sábado, 15 de noviembre de 2025

LEONOR DE AQUITANIA, LA GRAN DAMA DE EUROPA.

 

LA REINA QUE REINÓ DOS VECES

Aquella sala, aunque pequeña, resultaba acogedora; los primeros rayos de sol de la mañana se colaban entre las gruesas cortinas color vino del gran ventanal que coronaba la estancia.

Leonor había madrugado y se encontraba sentada en una silla de respaldo alto ricamente ornamentado en marfil al lado de la ventana, sus ojos parecían perderse entre los árboles del jardín.

—¡Quizás debí decírselo!  Pensaba.

El hecho de haber solicitado la anulación de su matrimonio con el rey Luis VII de Francia la intranquilizaba porque temía la reacción del monarca. Él siempre se había mostrado totalmente enamorado de ella, a pesar de que fue el suyo un matrimonio impuesto y motivado por la muerte de su padre, Guillermo X.

Sabía Leonor del dolor que se siente al perder a seres tan queridos porque su único hermano varón y su madre habían muerto en la primavera de 1130, siendo ella aún una niña.

En 1137 cuando Guillermo X, último conde de Poitiers y duque de Aquitania, partió en peregrinación a Santiago de Compostela dejando a ella y a su hermana Petronila al cuidado del arzobispo de Burdeos; no pensó ni por un momento que era su último viaje, que jamás volvería a verlas.

Tornó Leonor, con tan sólo quince años, en la heredera de Poitou y Aquitania, dominios franceses más grandes incluso que los del propio rey, y este hecho la convertía en una de las mujeres más poderosas de Europa, pero también en una tan indefensa como deseada presa a los ojos de cualquier noble depredador sediento de poder, capaz de cualquier cosa por alcanzar estatus, título y propiedades. 

Su padre que había previsto que esto pudiera suceder, la dejó bajo la tutela del rey Luís VI de Francia, conocido como Luis “el Gordo”, hasta que encontrara el marido adecuado.

No quiso el monarca desaprovechar la oportunidad, pues sabía que el encontrarse ya postrado permanentemente en el lecho debido a su obesidad lo abocaba sin piedad a una muerte cercana, y casó a la recién estrenada duquesa de Aquitania con su hijo el príncipe Luís, pasando con ello los vastos dominios de la joven a la Corona francesa.

No contó el soberano francés con que Leonor lejos de ser sumisa y callada era una joven rebelde, inteligente y segura que dominaba la historia y la aritmética, hablaba latín perfectamente y cabalgaba y cazaba como un varón. Había sido educada para mandar y por tanto iba a necesitar a su lado un marido fuerte y con criterio.

Quedo perdidamente enamorado el piadoso príncipe Luís desde el mismo momento en que Leonor irrumpió en su vida, quizás supo ver desde el principio que ella iba a ser fuerte donde él era débil y segura cuando él sintiera inseguridad, y esta circunstancia hizo que le consintiera todos sus caprichos y la dejara hacer y deshacer a su conveniencia.

Murió el obeso monarca poco después de celebrado el matrimonio convirtiéndose con ello el príncipe en Luís VII de Francia y Leonor en la reina de los francos, pero su energía y entusiasmo no fueron bien recibidos en la Corte francesa siendo la primera detractora de la nueva reina su suegra, la madre del rey, que pensaba que ejercía demasiada influencia sobre su hijo.

Leonor paseaba inquieta por la habitación, sus faldas de grueso brocado de seda crujían levemente al rozar a su paso con los muebles de la estancia. Sentía las manos frías, a pesar de lo soleado de la mañana, y buscó abrigarlas al calor del manto de lana que cubría la “chemise” corta de manga acampanada que había cosido para ella la más anciana de sus damas.

Estaba nerviosa, el proporcionar consuelo a su hermana la había ocasionado problemas y había despertado las iras de la Corte francesa. Quizás fue tomado por osadía el hecho de haber convencido a su marido para que apoyase a su hermana Petronila en sus amores con Raúl I “el Valiente”, casado con la hija del poderoso Esteban II de Blois, sin prever las consecuencias de este amparo.

¡Quién podía pensar que el apoyo a mi hermana iba a generar un conflicto de tal magnitud! murmuró en voz baja mientras se asomaba levemente al ventanal.

El hecho de que el soberano respaldase a Petronila y a Raúl, influido por Leonor, en unas relaciones ilícitas ocasionó un tumulto en la ciudad de Vitry que propició que la muchedumbre buscara refugio en una iglesia que acabó ardiendo; se perdieron más de mil vidas en el terrible incendio.

Sabía que el rey se sentía profundamente culpable por lo sucedido y que había buscado una manera solvente de expiar sus culpas. Quería limpiar su conciencia y nada mejor para ello que aceptar la proposición que le había hecho el papa Eugenio III de dirigir una Segunda Cruzada a Tierra Santa para recuperar el reino de Jerusalén.

Había decidido acompañarlo en la aventura cruz en mano, pero esta determinación no había hecho sino incomodar a la rígida moral de los miembros de la Iglesia de la época que empezaron desde entonces a considerarla una mujer libertina incapaz de acatar el papel de sumisión a su marido para el que, entendían, estaba destinada.

Tras un largo viaje el matrimonio decidió parar y alojarse en Antioquía, y allí empezó a forjarse una leyenda negra sobre ella debido a las frecuentes entrevistas que mantenía con su bien parecido tío Raimundo, príncipe de esta ciudad, que hicieron pensar a las intransigentes cabezas de la Corte que entre ellos existía una incestuosa relación, más allá de lo meramente familiar.

Llegados los rumores a oídos del rey, este se dispuso a abandonar con premura la ciudad turca, sin embargo la reina se negó a acompañar a su esposo por no entender lo apresurado de tal decisión incrementando y consolidando con ello su fama de mujer libertina y lujuriosa.

De regreso a Francia en el año 1152 la relación de la pareja estaba herida de muerte, reinaba el desconcierto y los reproches entre ellos, y  no contribuía a mejorarla el hecho de que hubieran tenido sólo hijas, dos; pero ningún hijo varón que pudiera heredar el trono.

La situación se volvió tan insostenible que Leonor solicitó la nulidad matrimonial, aun a riesgo de ser excomulgada.

Tengo treinta años y vuelvo a ser una de las mujeres más codiciadas de Europa, no debo permanecer mucho tiempo sola, mascullaba mientras miraba distraídamente el trasegar de la servidumbre en el patio colindante al jardín.

Necesito encontrar un marido acorde a mi linaje y mi posición y he de apresurarme en encontrarlo.

Y dicho y hecho; A los dos meses de su nulidad matrimonial contraía segundas nupcias en Poitiers con Enrique Plantagenet, duque de Normandía, futuro rey de Inglaterra y miembro de la familia rival de la monarquía francesa.

La unión era poderosa y Leonor lo sabía; con ella pasaba de ser reina de Francia a futura reina de Inglaterra en la misma primavera.

Hubo de esperar poco nuestra aspirante a soberana porque en 1154 Enrique se convirtió en Enrique II de Inglaterra, a la muerte de su padre.

Pronto empezaron las desavenencias entre los reyes porque eran dos personas de formidable carácter con el agravante de que la reina tenía once años más que su nuevo marido y no estaba dispuesta a obedecer las órdenes de un rey colérico y dominante, pero a pesar de sus frecuentes desencuentros Enrique era un hombre apasionado y tuvieron cinco hijos y tres hijas, y aun así todavía tuvo tiempo el monarca para mantener relaciones con numerosas amantes a las que alternaba con su mujer.

No aguantó la reina la última y cacareada relación de su marido con Rosamund Clifford y decidió marchar a Aquitania con algunos de sus hijos, los que habían heredado el carácter de su madre y no estaban dispuestos a permitir que su padre con sus continuas infidelidades la humillase ni un minuto más; también la acompañó en este viaje para apoyarla su hijo preferido, Ricardo.

Pronto vio el rey Enrique II cómo sus hijos se sublevaban contra él y empezó a sospechar que Leonor tenía un papel determinante en estas rebeliones por lo que, una vez sofocada la última de ellas, mandó encarcelar a su mujer en la Torre de Salisbury, en Old Sarum donde permaneció en cautiverio casi diez y seis años.

Durante su encierro forzoso se enteró de la muerte de dos de sus hijos; la del primogénito Enrique y también la de su amado Godofredo, el tercero de ellos. Con estas muertes se convierte en heredero a la Corona su predilecto hijo Ricardo que asciende al trono en 1189 a la muerte de su padre.

Empieza con ello la epopeya de Ricardo Corazón de León, rey guerrero que prefirió el campo de batalla a la afabilidad del trono.

 

Próximamente:

RICARDO CORAZÓN DE LEÓN Y JUAN SIN TIERRA.

LOS DOS BRAVOS HIJOS DE LEONOR DE AQUITANIA ENFRENTADOS POR EL TRONO DE INGLATERRA.