domingo, 6 de abril de 2025

ANDRÉS BERNÁLDEZ, EL CONFESOR DE ISABEL LA CATÓLICA


"Cura de los Palacios y Juglar de la memoria"


Va a ser difícil documentar la vida de Andrés Bernáldez para cualquiera que se plantee biografiar a este venerable y poco conocido cronista.

Poco se sabe de esta figura enigmática del siglo XVI más allá de que nació en Fuentes de León (Badajoz) en 1450 y que murió en Los Palacios (Sevilla), posteriormente llamado Villafranca de la Marisma, en 1513.

El nacimiento de este extremeño ilustre está perfectamente acreditado y sin embargo de su muerte en el pueblo sevillano sólo da fe Rodrigo Caro, visitador del arzobispado entre los años 1622 y 1624, que encontró unas notas al margen de sus memorias en los libros de bautismo de esta localidad. A esta documentación se le pierde el rastro en 1870.

Fue Andrés Bernáldez, también conocido como Andrés Bernal, bachiller y entendido en Geografía e Historia Antigua, cronista real y familiar y capellán del arzobispo Diego de Leza. Como observador privilegiado, escribió una crónica de los Reyes Católicos en la que se recogen todos los hechos de su reinado, los nueve años posteriores a la muerte de la reina Isabel e incluso el atentado que sufrió el rey Fernando con sobriedad, fidelidad y sencillez.

Se dice de esta crónica que fue muy apreciada por los doctos pues su autor fue testigo de la mayor parte de los acontecimientos en ella narrados abriendo camino con su obra, que empezó a escribir sobre 1493, a otras crónicas sobre estos ilustres y regios personajes.

Era nuestro reverendo muy consciente de que su obra era diferente a la escrita por otros cronistas por lo que no la llamó crónica ni historia sino memorias, “Memorias del Reinado de los Reyes Católicos”, y la escribió sin mediar ni encargo oficial ni propósito alguno de ensalzamiento personal; sólo pretendió recoger acontecimientos de trascendencia histórica de los que fue espectador de excepción.

Permanecieron inéditas estas memorias durante trescientos años a partir de los cuales empezaron a adquirir una gran divulgación y se hicieron numerosas copias, si bien el manuscrito original está desaparecido. Actualmente se contabilizan veintidós códices.

Si cotejásemos su obra con la del historiador oficial de los Reyes Católicos, Hernando del Pulgar, veríamos que la del cronista oficial está escrita con el gusto refinado de un gran literato pero descuidando a veces el fondo en beneficio de la forma, perdiéndose en algunos momentos en divagaciones filosóficas. El padre Bernáldez por el contrario si ha de descuidar algo será siempre la forma en beneficio de la verdad sin temor a la censura y sin entrar en opiniones personales, dando absoluta prioridad a la narración de los hechos.

Viviendo ya en Los Palacios y gracias al arzobispo de Sevilla, fray Diego de Leza, que era protector de Colón entabla una gran amistad con el almirante al que en 1496 tuvo alojado en su casa al regreso de su segundo viaje, en su paso desde el Convento de la Rábida a Granada. Con tal motivo disfrutó nuestro reverendo fascinado del placer de leer sus manuscritos, contemplar sus planos y escuchar los relatos de sus viajes a las Indias Occidentales, tratando largamente sobre ellos en sus memorias sobre los Reyes Católicos, además de dedicarle una de sus obras. Pasa por ello por ser el autor de la primera crónica completa del descubrimiento colombino y el que se interesó por recoger, antes que nadie, todos los datos de los cuatro viajes realizados por Colón al Nuevo Mundo.

Así queda descrita esta célebre visita de Colón a su buen amigo el padre Bernáldez por Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca en 1870, y a tal tenor dice:

“Desgraciadamente no se conservan ya estas partidas, según carta del actual párroco de Los Palacios don Manuel Pérez y Jiménez, que en ella manifiesta conservarse la tradición en dicha villa de haber habitado Bernáldez y parado Colón en una casa contigua a la iglesia, señalada con el número 10 moderno de la Calle del Hospital, en la cual dicho señor Pérez ha encontrado un trozo de mármol que parece pertenecer a una inscripción conmemorativa de Colón, cuyo nombre casi completo y la inicial de su apellido se leen en dicho trozo.”

También la describe Joaquín Romero Murube[1] en 1954:

“Se conserva intacta la casa en que vivió Andrés Bernáldez, en la callecita estrecha que forma la iglesia con la parte más antigua del pueblo, casi en la esquina de la calle llamada del Paraíso. ¡Calle del Paraíso! La casa era pobre y blanquísima de cal. Allí recibió la visita de Cristóbal Colón, cuando el navegante pedía ayuda y consejos para su genial aventura descubridora. Lo recordaba una lapidilla de mármol que lucía sobre el dintel de la puerta. Los frente-populistas la hicieron añicos la tarde del 18 de julio de 1936. No ha vuelto a ser restituida.”

Parece ser que el padre Bernáldez era hombre hospitalario porque también alojó en su morada al primer marqués de Cádiz, Rodrigo Ponce de León, con quien estuvo presente en algunos acontecimientos de la Guerra de Granada que tan acertadamente narró en sus Memorias.

Nos deja el cura de Los Palacios una excelente descripción del aspecto físico de su buen amigo Ponce de León, y de él dice:

“Era onbre de buen cuerpo, derecho, más mediano que grande; de muy rezios mienbros, braços e piernas; muy grand cavallero de la gineta. Era blanco en el cuerpo, e roxo en la cara e cabellos e pescueço, e tenía algunas pintas por el pescueço e manos. Era hermoso de gesto, la cara más larga que angosta ni luenga: no había en ella reprehensión; la habla e órgano della muy clara e muy buena; los cabellos roxos e crespos, e las barvas roxas”.

Pero si hemos de trazar un perfil humano del cura de Los Palacios, su biógrafo Octavio de Medeiros señala que podría hacerse utilizando fundamentalmente tres palabras: modestia, sencillez y verdad.

Afirma Medeiros que el mismo Bernáldez nos cuenta sencilla y modestamente cómo asió la pluma para escribir los doscientos cuarenta y cinco episodios de los que se compone su trabajo, después de tener una conversación con su abuela que lo convino para que siguiera los pasos de su difunto abuelo que fue escribano público, y lo hace de la siguiente manera:

“Cierto es que todos los que en este mundo alguna obra o jornada comienza, la comienzan con intención de ver su fin, e si el fin de la obra es bueno alegra mucho a aquel que la deseó ver acabada. Yo el que estos capítulos de Memorias escribí, siendo de doce años, leyendo en un registro de mi abuelo difunto que fue escribano público de la villa de Fuentes, de la Encomienda mayor de León, donde yo nací[2]. Hallé algunos capítulos de algunas cosas hazañosas que en su tiempo habían acaecido, y oyéndomelas leer mi abuela viuda, su mujer, siendo en casi senectud me dijo:

—Hijo ¿y tú por qué no escribes así las cosas de ahora, como están esas? Pues no hagas pereza de escribir las cosas buenas que en tus días acaeciesen, porque las sepan los que después viniesen, y maravillándose desque las lean, den gracias a Dios. —

Y desde aquel día propuse hacerlo así …”

Gustaba también el padre Bernáldez de rimas y juglarías por lo que llegó a escribir un cantarcillo nunca recogido en colecciones de poesía popular, pero que se entonó cuando fue anunciada la boda de Isabel Y Fernando:

“Después que se comenzaron las guerras en Castilla entre el rey don Enrique e los caballeros de sus reinos, e antes de que el rey don Fernando casase con la reina doña Isabel, se decía un cantar en Castilla que decían las gentes nuevas, a quien la música suele aplacer, a muy buena sonada:



Flores de Aragón dentro en Castilla son,

Flores de Aragón dentro en Castilla son.

E los niños tomaban pendoncicos chiquitos

y caballeros en cañas, jineteando decían;

pendón de Aragón, pendón de Aragón.

E yo le decía e dije más de cinco veces.”



Se me queda corto de datos biográficos este breviario de nuestro extremeño y desconocido “Cura de Los Palacios” que lo fue desde 1488 a 1513, año de su muerte, pero es de justicia ponerle final con unas justas frases que para él escribió Octavio de Medeiros:

“Gloria, pues al ilustre y fiel narrador que, por excepcional modestia, ¡se abstuvo de perturbar con el suyo el pensamiento ajeno!"

E invita al lector a visitar la multicentenaria villa donde vivió y falleció el sacerdote, y en ella a permanecer un rato en la acogedora parroquia de Santa María la Blanca en una de cuyas lápidas se puede leer:

“En esta iglesia están sepultados los restos mortales del celebérrimo autor de la Historia de los Reyes Católicos, Bachiller Andrés Bernáldez, conocido en la república de las letras por el Cura de los Palacios.”

Y venera su memoria …

“Solicitando ninguna oración por su alma, ya que no dar por segura la gloria eterna de tan pulcro varón equivaldría a poner en duda la rectitud de la justicia de Dios.”






Nota de la autora. Dejo para el lector inquieto un más que interesante enlace a una copia digitalizada del códice “Memorias del Reinado de los Reyes Católicos” del padre Andrés Bernáldez que se encuentra en la Biblioteca Digital Hispánica de la BNE.





[1] Joaquín Romero Murube. Pueblo Lejano. Ínsula, 1954. Articulista y poeta de Los Palacios.


[2] Hoy Fuentes de León (Badajoz)













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