Sin preámbulos, no hacen falta, empezaré por enunciar el relato que según el profesor Rodríguez-Picavea hizo el arzobispo toledano Rodrigo Jiménez de Rada de los acontecimientos que propiciaron el nacimiento de la Orden de los calatravos.
A tal tenor escribió:
“Luego de esto, llegó el rey Sancho a Toledo, y empezó a tomar cuerpo la noticia de que un gran ejército árabe marchaba sobre Calatrava. Los frailes de la orden del Temple, que ocupaban la fortaleza de Calatrava, ante la posibilidad de que no fueran capaces de resistir la embestida de los árabes, acudieron al rey Sancho a rogarle que se hiciese cargo de la fortaleza y villa de Calatrava, ya que ellos no tenían fuerzas suficientes para hacer frente a los árabes y no habían encontrado ningún poderoso dispuesto a asumir el riesgo de la defensa. Raimundo, abad de Fitero, acompañado de un monje llamado Diego Velázquez, le solicitó Calatrava”.
Todo parece indicar que en 1157, cuando ya los reinos de Alfonso VII se habían repartido entre sus hijos Sancho III “el Deseado”, que se quedó con Castilla, y Fernando II, que lo hizo con León, una inminente ofensiva musulmana, que nunca llegó a producirse, acaudillada por Abd-al-Mumen se planteaba contra Calatrava.
El rey Sancho III solicitó ayuda a los monjes guerreros del Temple que habitaban su fortaleza, pero estos presentaron en Toledo su renuncia convencidos de no poder aguantar la embestida árabe, por lo que devolvieron la plaza a la Corona y recomendaron al rey que buscase a alguien capaz de asumir la responsabilidad de formar un ejército para la defensa de su reino calatravo.El rey ordenó a los Heraldos pregonar que, si algún caballero o persona poderosa se atrevía a tomar a su cargo la defensa de la villa de Calatrava, se la cedería en heredad con todos sus castillos, fortalezas y aldeas. Fueron el abad del monasterio cisterciense de Santa María de Fitero, Raimundo Sierra, junto con un monje burgalés de esta abadía llamado Diego Velázquez, los únicos que asumieron el riesgo.
Sobre estos acontecimientos hay discrepancias en el relato, porque otros autores sostienen que los templarios por aquellas fechas sufrían graves problemas económicos, situación que el rey castellano aprovechó para sustituir a la Orden del Temple por otra más comprometida con la defensa de su reino, y menos mediatizada por intereses externos.
En estas circunstancias habían llegado a Toledo Raimundo Sierra y Diego Velázquez, este último de linaje ilustre, que además de caballero fue amigo de Alfonso VII y amigo desde la infancia de su hijo el rey Sancho. Aprovechó el abad esta coyuntura y la convocatoria a Cortes hecha por el rey a sus nobles para, de acuerdo con lo pregonado, proponerse como defensor.
Esto provocó algunas burlas entre los nobles y sin embargo fue un acontecimiento decisivo para el nacimiento de la Orden de Calatrava. El rey Sancho sin otra solución ante los inminentes acontecimientos, aceptó la propuesta y cumplió su promesa donando Calatrava con todos sus montes, pastos, tierras y aguas a la Orden del Cister el 1 de enero de 1758.
Echó una mano a la causa el arzobispo de Toledo que prometió el perdón de los pecados y la indulgencia papal a quien se uniera a la cruzada, y confirmó las donaciones hechas por el rey Sancho.
Por su parte Diego Velázquez aconsejó al abad Sierra utilizar para esta misión a hermanos seglares cistercienses del monasterio de Fitero no pertenecientes al orden sacerdotal, cuyo cometido en el monasterio era el de ser peones, agricultores o pastores lo que suponía todo un reto, porque personas sin voto ni profesión religiosa iban a pasar a formar parte de la Orden. Consiguieron reunir una hueste de unas veinte mil personas que formaron una milicia acorde con la Regla de San Benito y las normas cistercienses, y que se pusieron a las órdenes del abad y de Diego Velázquez que fue nombrado alcalde de Calatrava.
Esta organización quedó estructurada como orden religiosa a la vez que militar, pero sin la figura de un maestre, puesto que Raimundo Sierra la dirigió como abad y capitán general hasta su muerte en 1163.
Calatrava adquirió una estructura defensiva poderosa en la franja cristiana, lo que hizo desistir del ataque a los musulmanes que retrocedieron hacia el sur. No obstante, ya había nacido la Orden de Calatrava y en este contexto histórico no tardaron en sucederse las conquistas cristianas y por ello las donaciones de la Corona. Tal es el caso de la cesión a la Orden de la villa de Chillón (en la actual provincia de Ciudad Real) en 1168, con Almadén (hins al-ma din en árabe) y el fuerte de su mina, lo que vino a confirmar el crecimiento de la Orden de Calatrava y de sus posesiones en territorio calatravo, que se consolidó con la conquista del castillo de Zorita, la recuperación de el de Almodóvar del Campo y la fundación de un hospital para soldados heridos en el municipio toledano de Los Yébenes, siendo ya maestre de la Orden Martín Pérez de Siones. Fue sólo el principio de mucho más.
Hablar, por tanto, de la Orden de Calatrava cumplidos 865 años de su existencia, es poner en valor que fue la primera orden religioso-militar creada en España para defender la cristiandad, y una de las primeras de Europa.
No hemos de olvidar que defender significa proteger y que estos caballeros a los que tildaron de “quijotes”, nunca mejor traído, empuñaron su espada, ante la burla de abúlicos y cobardes cortesanos del rey, para salvaguardar del azote musulmán y de una manera casi heroica, los legendarios campos de Calatrava.
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