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lunes, 15 de enero de 2024
LA CRUZ COMO EMBLEMA DE LAS ÓRDENES MILITARES. ENSEÑAS, SELLOS Y VENERAS.
Antes de pormenorizar sobre veneras, enseñas o sellos como símbolos representativos e identificativos de las Órdenes militares castellanas, es relevante hacer referencia a la importancia que en la Edad Media tuvo el componente emblemático del caballero en el ámbito social y familiar.
Los fastos caballerescos, escudos, bordaduras etc., son trascendentes para la cristalización de la Heráldica como “Ciencia del Blasón”, que se formalizó y entró a homogeneizar normas a partir de las armas del caballero, identificadas en el escudo de su linaje, y pasarían a ser heredadas por sus descendientes como símbolos de nobleza familiar.
Y entre todos estos símbolos, convertidos con posterioridad en muebles heráldicos, hemos de destacar la cruz como señal distintiva del cristianismo, y por eso tan presente en las veneras de las Órdenes militares castellanas.
De todos es sabido que en las pechinas de estas Órdenes aparece representada la enseña o cruz de muy diferentes maneras, con doble travesaño, florenzada, floronada o flordelisada, representando la cruz griega, crux immissa, o la cristiana, y con distintos colores en un afán de diferenciar a sus caballeros, pero sin que exista en ningún caso azar en estas representaciones.
En el arranque de la Primera Cruzada, en 1095, y durante el Concilio de Clermont, el papa Urbano II quiso hacer sentir a los peregrinos que visitaban Tierra Santa, la necesidad de poseer una fuerza armada que luchara contra la dinastía turca de los Selyúcidas, y que a su vez los protegiera durante el camino. Nacen de este deseo “los cruzados” como guerreros combatientes y liberadores de los Santos Lugares, abanderados con la Cruz de Cristo en el hombro Izquierdo y en el pecho, poniendo con ello en valor las palabras invocadas por San Mateo:
“El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y que me siga”.
O las de San Lucas:
“Y quien no porte su cruz y venga en pos de mí, no puede ser mi discípulo”.
Pero, ¿por qué se cosían los cruzados la cruz en el lado izquierdo de su manto cuando iban a guerrear? Parece ser que querían evocar el hombro con el que Jesús cargo la cruz hacia el calvario, de lo que podemos deducir que si una persona diestra tenderá lógicamente a cargar la cruz sobre el hombro derecho, Jesucristo era zurdo.
Aquella contribución militar de los caballeros cruzados para proteger el Santo Sepulcro, acabó deviniendo en dedicación permanente y se institucionalizó dentro de la Iglesia, convirtiéndose con el tiempo en Orden militar, la de los caballeros del Templo, siendo sus primeros hábitos blancos sin cruz, concediéndoles el papa Eugenio III posteriormente el derecho a portar permanentemente la cruz roja en el hombro izquierdo, manifestando con ello su deseo de que “esa señal triunfante les sirva de escudo y que jamás vuelvan sobre sus pasos frente a ningún infiel”.
No hemos de olvidar que la reliquia original se ha representado como cruz latina, con el patíbulum o travesaño central más largo que el que lo atravesaba, que icónica y habitualmente ha representado la crucifixión de Cristo. Sin embargo, algunos historiadores actuales sostienen que es más lógico que Jesús hubiese sido crucificado en una cruz griega es decir, con ambos travesaños de idéntica longitud y colocada en forma de aspa, por las heridas de sus pies que indican que pudieran haber sido clavados por separado. En cualquier caso, ambas cruces pertenecen a la religión cristiana.
En un principio los templarios tomaron como representativa una cruz patriarcal de doble travesaño, con posterioridad una pontezada para acabar adoptando una cruz más sencilla conocida como “croix pattée” o patada, aludiendo a que poseía patas, que perdurará como símbolo de esta Orden hasta nuestros días.
En lo que no vacilaron desde un principio estos caballeros fue en que esta debía ser de color rojo, gules en heráldica, pues se representaba con él la sangre derramada por Jesucristo en el camino al calvario y su posterior crucifixión.
Este fue el origen de las veneras de las Órdenes militares que corresponderá llevar a sus caballeros y que en un principio, salvo la Orden del Hospital, serán todas una cruz roja adoptando una u otra forma, pero que con el tiempo irán incorporando otros símbolos diferenciadores e incluso otros colores, que las harán lo suficientemente distintivas como para ser reconocidas fácilmente en el campo de batalla, pasando con posterioridad a ser orgullosamente exhibidas en el pecho y hombro de sus hábitos y en el de sus freires, pero que las normas de la heráldica impedirán que sean incorporadas al blasón familiar, por no tratarse de una distinción meramente personal.
Con el tiempo, y dado el prestigio social y familiar que suponía engrosar las filas de alguna de las Órdenes militares castellanas, se empezaron a enriquecer los blasones familiares, haciendo sobresalir los cuatro extremos de la enseña de la Orden detrás del escudo, en lo que heráldicamente se conoce como acolar a los escudos las veneras. Debían, no obstante, mantenerse algunas formalidades, como en el caso de pertenecer a más de una Orden militar, pues sólo podía acolarse al blasón familiar la venera de la de mayor rango, pudiendo los comendadores además añadir detrás de la cruz una espada con la punta hacia arriba.
Sobre la enseña de la Orden de Santiago y atendiendo a los sellos más antiguos de sus maestres, sus primitivas armas fueron una cruz en forma de espada cargada de una venera jacobea, pero en el S. XIV se sustituye por la cruz floronada roja, cuyas extremidades terminan en cabezas de flor de lis.
Cuando pasa esta Orden a la administración perpetua de la Corona, se homogeneiza con las de las demás Órdenes mediante la “Bula Dum Intra” de 1523 del papa Alejandro VI, adoptando una cruz de gules flordelisada, como la de Calatrava, pero acompañada de cinco veneras, a fin de diferenciarla de esta.
En la actualidad se representa con la cruz latina de gules en forma de espada, con la empuñadura y los brazos flordelisados, representando la espada, el carácter caballeresco del apóstol Santiago y la forma de morir de este, pues fue degollado con una espada.
Sobre la enseña de la Orden de Calatrava no tenemos datos fidedignos que nos permitan asegurar cuál fue su emblema primigenio. El papa Benedicto XIII dispuso que los calatravos “dejasen la capucha y en su lugar llevasen la cruz colorada de paño o de grana sobre las vestiduras superiores, al lado del corazón”, pero hemos de evocar los orígenes de esta Orden propiciados por la retirada de los del Temple y la valentía del abad de Fitero, y por ello sus monjes caballeros pasaron de vestir el hábito blanco del Císter a uno más guerrero, adoptando como insignia una cruz de gules acompañada de dos asas en cada lado, originándose así la conocida como cruz de Calatrava.
Cuentan algunos historiadores que esta cruz flordelisada tornó sable, esmalte negro en heráldica, como señal de duelo por la derrota de Alarcos, en 1195, tras la cual los calatravos perdieron gran parte de sus posesiones manchegas e incluso su convento matriz, pero al homogeneizar la Orden de Santiago sus estandartes, volvió a su color rojo cuya divisa moderna queda heráldicamente definida como “una cruz griega floronada de gules, cantonada de ocho círculos unidos al centro, que salen de los extremos de la flor de lis.”
De la “diplomática” cesión de la plaza de Alcántara por los calatravos a la Orden de San Julián del Pereiro, pasando esta Orden a denominarse la Orden de Alcántara, nace la primitiva venera de la inaugurada Orden, cuyas filas estuvieron engrosadas inicialmente por caballeros del Pereiro y freires calatravos que se encontraban de guarnición en Alcántara, y cuyos muebles heráldicos serán una cruz flordelisada de gules heredada de la Orden de Calatrava, acompañada de un peral de sinople, esmalte verde en heráldica, propio de la Orden del Pereiro
Este emblema será abandonado en 1411, año en que emite el papa Benedicto II una bula recogida por Torres y Tapias en su Crónica de la Orden de Alcántara, en la que dispone “que podáis dejar las dichas capillas y en su lugar traer la insignia de la Cruz de Paño Verde.”
Desde este momento adoptan sus caballeros la cruz flordelisada de sinople, quedando heráldicamente definida este venera como “una cruz griega floronada de sinople y cantonada de ocho círculos, unidos en el centro, que salen de los extremos de la flor de lis.”
Cuando se fundó oficialmente la Orden de Montesa, en julio de 1319, el comendador calatravo de Alcañiz confirió el hábito de su Orden a los tres primeros caballeros montesianos, que observarían las reglas de dicha Orden y, por tanto, lucirían en el hombro izquierdo de su manto la cruz de sable, emblema calatravo por aquellas fechas.
Esta cruz negra floronada se mantuvo hasta el año 1400, en que Montesa absorbe a la Orden de San Jorge de Alfama, incorporándose la cruz llana de gules de San Jorge al interior de la flordelisada de sable, quedando su divisa moderna definida heráldicamente como “cruz griega flordelisada de sable, cargada de una cruz recortada de gules.”
No existen ni imágenes ni documentos suficientes que nos permitan realizar con exactitud este camino de la pompa y la solemnidad caballeresca, pero sí algunas crónicas ilustres como la de Torres Tapias, la de Rades y Andrada o posteriormente la de Faustino Menéndez Pidal de Navascués, que nos acercan bastante. Tampoco existe acuerdo general entre autores e historiadores, pero en cualquier caso invito al lector a profundizar en un tema tan apasionante como desconocido que, si resulta de su interés, le aportará momentos más que satisfactorios. Hablo por experiencia.
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