sábado, 16 de marzo de 2024

ÁLVARO DE LUNA, VALIDO DE JUAN II DE CASTILLA Y GRAN MAESTRE DE LA ORDEN DE SANTIAGO. LA MENTIRA REPETIDA MIL VECES QUE ACABÓ POR PARECER CIERTA.



Personaje controvertido es el de Álvaro de Luna, valido del padre de Isabel “la Católica”, Juan II de Castilla.

Nacido en Cañete, actual provincia de Cuenca, en 1390 perteneció a una familia de la baja nobleza al ser hijo natural de Álvaro Martínez de Luna, y teniendo por tío abuelo a Pedro Martínez de Luna, el antipapa Benedicto XIII, también conocido como el Papa Luna.

Fue introducido en la corte en 1410 como doncel de Juan II, por su tío el arzobispo de Toledo al quedarse este huérfano de padre, consiguiendo tener una gran influencia personal y ascendencia sobre el futuro rey de Castilla, en un tiempo de desavenencias entre los Trastámara y pugnas por el poder.

De indudable atractivo físico, carácter amable y buen trato, el nuevo doncel representaba muchas cosas que el rey admiraba. Era un caballero, buen poeta y poseía una inteligencia singular, pero también era intrigante, hipócrita y manipulador. El rey, sin embargo, sólo veía virtudes en él y fue tanta la cercanía entre ambos, que llegaron a acusarlos de homosexualidad.

En 1412, Fernando de Antequera, tío de Juan II, fue coronado rey de Aragón tras años de controlar la política castellana, y sus primos, conocidos como los infantes de Aragón, fueron colocados en posiciones de poder.

Sucedió en el trono al rey Fernando, su hijo Alfonso V que no reconoció nunca como rey de Castilla a Juan II, tampoco lo hicieron sus hermanos. Tanto fue así que en 1420, Enrique de Trastámara asalta el palacio en que se encuentran el monarca y su valido Luna, y los toma como prisioneros, en lo que se conoce históricamente como “el golpe de Estado de Tordesillas”, obligando con ello a intervenir a Alfonso V que exige la liberación de ambos.

Agradeció el rey la intervención de Alfonso V y también la lealtad de su valido, por lo que le otorga varios privilegios y entre ellos el condado de San Esteban de Gormaz.

Esta será la tónica del reinado del padre de Isabel “la Católica”, y en estas vicisitudes Álvaro de Luna, con su ya conocida sagacidad política, se movió con soltura para posicionarse al lado del monarca y conseguir con ello cargos y títulos para sus familiares y amigos y su propio ascenso económico.

En 1423 obtiene el título de Condestable de Castilla y el patrimonio asociado a este título, y desde esta posición urde un plan para expulsar a los infantes de Aragón, lográndolo temporalmente en 1429 y definitivamente en 1445 en la Batalla de Olmedo en la que se deshace definitivamente de Enrique, quedándose, como consecuencia de ello, con el título de gran maestre y administrador perpetuo de la Orden de Santiago. Este hecho lo convertiría en un hombre relevante y figura central de la Castilla de la época.

Todo iba bien, su posición se afianzaba al lado del monarca que lo consideraba su amigo de la infancia además de su valido, pero las circunstancias cambian cuando el rey se casa en segundas nupcias con Isabel de Portugal, y esta empieza a ser consciente de que el preferido del rey es un oportunista con demasiado poder. Llegaron los malos tiempos para Luna.

A pesar de que el valido era un hombre cortés y podía llegar a ser un gran embaucador, la astucia de su nueva enemiga era superior y consiguió ir minando la opinión y la voluntad de su marido, haciéndole creer que Luna era un peligro para el reino y un traidor, apoyada en la contienda por el hijo de Juan II Enrique, fruto de su primer matrimonio que reinaría como Enrique IV, que también llegó a tener una relación parecida con su valido Beltrán de la Cueva.

A fuerza de repetirlo mil veces, Isabel consiguió que el rey la creyera y sucumbiera a la presión ordenando la detención y el procesamiento de su privilegiado Álvaro de Luna.

Se vengaba así la reina del valido del que no podía soportar su descarada manera de manipular al rey, y secretamente de los celos que dijeron que de él tenía.

Fue acusado Luna, en el verano de 1453, de lo que en el Código Penal actual se contemplaría como tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito, aunque los motivos para someterlo a juicio al final fueron lo de menos.

El proceso fue una pantomima, se trataba de obtener una pena ejemplarizante para el condestable y por ello, fue condenado por un tribunal ad hoc por usurpación del poder real y apropiación de las rentas de la Corona.

Fue ajusticiado en Valladolid el 2 de junio de 1453, permaneciendo en el patíbulo tres días el cuerpo y cinco la cabeza.

Narró el triste episodio Jorge Manrique con estos versos:

“Pues aquel gran condestable,

maestre que conoscimos tan privado,

non cumple que dél se hable,

más sólo cómo lo vimos degollado.

Sus infinitos tesoros,

sus villas e sus lugares,

su mandar,

¿qué le fueron sino lloros?

¿qué fueron sino pesares al dexar?”

El rey Juan II débil e irresoluto, murió un año después consumido por los remordimientos y en su lecho de muerte se cuestionó como rey con estas palabras:

“«Naciera yo hijo de un labrador e fuera fraile del Abrojo, que no Rey de Castilla».”

El juicio fue declarado ilegal cinco años después.

La reina viuda también pagó el dislate de haber sometido a un juicio injusto al valido, y enloqueció.

En la corte ya eran motivo de comentario los desequilibrios emocionales de su majestad la reina, producto, parece ser, de unos celos irracionales. Este trastorno mental debió afectar también a su nieta Juana, que fue conocida históricamente como Juana “la Loca”.

Se comentaba en palacio que la reina Isabel en algún momento puso bajo sospecha a Beatriz da Silva, una doncella portuguesa, y consumida por los celos la hizo encerrar en un baúl sin apenas espacio, ni luz, ni agua, ni alimentos. El desafortunado suceso fue conocido por “la felonía del baúl” y Beatriz salvó la vida porque un pariente no cesó de buscarla hasta dar con ella dijeron unos, y otros que fue por la intervención divina de la Virgen María, que le pidió a Beatriz que fundara una orden consagrada al culto de la Inmaculada Concepción, y así lo hizo unos años después.

En cualquier caso, la ya cuestionada salud mental de la reina Isabel de Portugal se deterioró considerablemente con la muerte de Álvaro de Luna, por lo que hubo de ser recluida en Arévalo al cuidado de Gonzalo Chacón, paradójicamente la persona que más había defendido a Luna. Esta circunstancia fue aprovechada por el nuevo rey, Enrique IV, y por sus fieles enemigos, el marqués de Villena y el arzobispo Carrillo, para “mangonear” a sus anchas la futura y cuestionada sucesión al trono entre sus hermanastros Alfonso e Isabel y su hija “la Beltraneja”.

Pero esa ya es otra historia. 


viernes, 1 de marzo de 2024

VALIDOS, PRIVADOS Y FAVORITOS. EL AJEDREZ ENTRE LO VIL Y LO ELEVADO.



 ¿TAN POCO HEMOS APRENDIDO DE LA HISTORIA?

Es común denominador en todas las monarquías absolutas la existencia del personaje del valido, que no debemos confundir con el del privado o el del favorito aunque todos tienen como factor común su íntima relación con el rey.

El privado es persona de confianza del soberano, un reservado confidente de rol discreto y hasta casi gris, dispuesto a mantener siempre un perfil bajo.

Subimos la escala hasta el favorito que ejerce una moderada y discreta influencia sobre el monarca, y tiene además una cierta capacidad para dar consejo. Es difícil mantenerse en este perfil, sin dejarse tentar por la pretensión de asesoramiento o de influencia política que no siempre el rey permite, pero que en caso de que hacerlo eleva al favorito, si es astuto, al olimpo del poder delegado, convirtiéndolo en valido.

Para obtener este rango de valimiento es necesario que se den algunas circunstancias. Deberá existir una relación de amistad con el rey, casi siempre fraguada desde la infancia, sin obviar la existencia como condición indispensable de la indolencia, la pereza y la incompetencia real.

Además, será necesario que las instituciones políticas estén desacreditadas, en crisis o directamente no funcionen. No se concibe la figura del valido en una democracia, en una monarquía parlamentaria o en una dictadura, es incompatible con cualquiera de ellas.

Han existido célebres validos en la Historia de España, y entre ellos destacaron Álvaro de Luna, valido de Juan II de Castilla; Francisco Gómez de Sandoval y Zúñiga, Duque de Lerma y valido de Felipe III, o Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde-duque de Olivares y valido de Felipe IV. En este reconocimiento no hemos de olvidar al extremeño Manuel Domingo Francisco Godoy y Álvarez de Faria, sucesor y digno heredero de todos ellos, no sólo como valido sino como primer ministro de Carlos IV.

La carrera de este privilegiado personaje se irá consolidando poco a poco, y por ello será necesaria tanta paciencia como ambición. La conquista empieza, en la mayor parte de los casos, compartiendo juegos infantiles con el príncipe de Asturias y reafirmando con el tiempo una amistad que vuelva al personaje que aspira al valimiento, indispensable a los ojos del futuro rey.

Generalmente el pretendiente es portador de una incuestionable inteligencia, en algunos casos también de atractivo físico y de un carácter arribista y embaucador, siendo de indudable ayuda la simpatía, la destreza en el manejo de las armas, el talento en la política, y todo aquello que pueda agradar al joven futuro monarca.

Obtenido el privilegio del valimiento, nuestro personaje se torna ostentador de sus galas y uniformes y de su amistad con el rey, volviéndose casi más inaccesible que él. Suele lanzarse con fruición a la caza de títulos de nobleza, escudos y blasones, condecoraciones y por qué no, del tentador mayorazgo de una Orden militar.

No han de faltar tampoco el retrato ecuestre, el marcial o la presidencia de algún desfile, y más si se trata de tapar con este algún descalabro político o bélico.

Se instala cuanto antes en un palacio o alcázar, uniforma a sus criados, se rodea de coches, queridas y lujos, celebra fiestas más opulentas que las reales, ni que decir tiene que a costa del erario público, y todo ello cerca del rey, estableciendo una invisible barrera para que nadie pueda acceder a él sin su consentimiento. Este inapreciable impedimento ha sido históricamente superado solamente por algunas mujeres, casi siempre la reina madre o la reina consorte, que se convertirán por ello en sus más acérrimas enemigas y que, en algunos casos, conseguirán con su concurso condenar a nuestra megalómana celebridad al destierro, o en el peor de los casos al patíbulo.

El poder en el valido es casi una adicción por lo que no suele tener ningún inconveniente en jugar con dos barajas, sin que haya manera de saber cuáles son sus verdaderas convicciones políticas si es que realmente las tiene.

Es indispensable para mantener y disfrutar de este poder, rodease de “corte”, generalmente su entorno adulador más cercano, a la que agasajará con títulos y promesas de enriquecimiento, en un afán de tornar dúctiles las voluntades.

El historiador Rafael de Altamira sostiene que los célebres validos de la historia llegaron al poder, no tanto por su valía personal, inteligencia o dotes políticas, y sí más por convertir el Estado en una oligarquía en la que su única preocupación siempre fue su propio provecho y sus intereses.

Mantiene que fueron maestros de las buenas palabras, sin que fuera para ellos relevante cumplir o no con lo apalabrado. Que estuvieron provistos de un amor propio de inoxidable acero, y que, sin embargo, fueron altamente intolerantes a la oposición o a la crítica, utilizando la guerra y los problemas internacionales como tapadera con altas dosis de oportunismo.

Quizás lo que más haya llegado a ofender al pueblo y a provocar su repulsa haya sido la falta de medida de los válidos, su afán de grandeza y el indecente e inmoral aprovechamiento de su situación privilegiada, pero no olvidemos ni por un momento que todos, absolutamente todos, tuvieron el mismo final: la soledad, el destierro y el olvido.

Es posible que exagere D. Rafael, pero salvando las cronológicas diferencias, ¿no le parece al lector que el personaje del valido es muy ubicable e incluso está representado en nuestra política actual?

¿Cómo es posible que hayamos aprendido tan poco de la Historia?