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miércoles, 19 de abril de 2023

MANUEL GODOY; ¿EL VALIMIENTO DE UN POLÍTICO ILUSTRADO?, ¿UN NUEVO TIPO DE NOBLE?



Es un reto analizar, aunque sea brevemente, la figura de un personaje tan controvertido de la historia de España como fue Manuel Domingo Francisco Godoy y Álvarez de Faria.

Hijo de José de Godoy y de Antonia Justa Álvarez de Feria, nació en Badajoz en 1767 en el seno de una familia de hidalgos venida a menos.

Estudió durante su infancia en casa a cargo de su padre y algún profesor temporal e ingresó a los diez y siete años junto a su hermano en la Guardia de Corp.

Este fue el inicio de una fulgurante carrera política en la que contó con el apoyo de la princesa de Asturias, y mujer del futuro rey Carlos IV, María Luisa de Parma de la que parece ser que fue amante. Fue muy comentado entre la nobleza el “indecente” parecido del más pequeño de los hijos de los reyes, el infante Francisco de Paula, con el favorito Godoy.

Pero no sería justo reconocer ésta como única razón de su ascenso. Indudablemente tenía dotes de político y supo ganarse la confianza de los reyes quienes lo colmaron de títulos y honores, así a los veinticinco años ya fue distinguido por Carlos IV con el Toisón de Oro, a la vez que lo nombraba su primer ministro. También recibió la gran Cruz de Carlos III, los títulos de duque de Alcudia, y duque de Suecia, el de regidor perpetuo de la ciudad de Santiago de Compostela, el de comendador de Valencia del Ventoso y de Aceuchal o el de regidor perpetuo de la Villa de Madrid y de las ciudades de Cádiz, Málaga, Écija y Reus, conllevando este último asociado el título de barón de Mascalbó, a los que se le sumaría el de príncipe de la Paz, por la firma del segundo Tratado de Basilea en 1795, o los de caballero de la Gran Cruz de la Orden de Cristo y de la religión de San Juan, y el de protector de la Real Academia de Nobles Artes y de los Reales Institutos de Historia Natural, Jardín Botánico, Laboratorio Químico y Observatorio, sin olvidarnos de su carrera militar en la que pasó de cadete a ayudante general de la Guardia de Corp, después a brigadier, mariscal de campo, sargento mayor de la Guardia y coronel de caballería. Realmente abrumador.

Lo desposa el rey Carlos IV con una prima suya, María Teresa Josefa de Borbón y Vallabriga, lo dota de una inmensa fortuna y lo eleva a los más altos cargos del Estado para combatir la más absoluta incapacidad de la camarilla cortesana que lo rodeaba al inicio de su reinado.

Entendió el rey que al hacerlo poderoso y dotarlo de grandeza de España lo armaba ante la nobleza, ganaba su lealtad y lo investía de autoridad frente a otros poderosos como el ministro Floridablanca, que ya se había revelado como un gran inepto al intentar poner a salvo el país de las nuevas políticas de tintes revolucionarios que gobernaban el país vecino.

No hemos de olvidarnos, sin embargo, que fue un polémico personaje plagado de luces y sombras, de indudable inteligencia y atractivo físico al que se le atribuyó el favor de la reina María Luisa de Parma, aunque él lo desmiente tenuemente en sus memorias, que lo reputó siempre como “el favorito”, y que aun así no logró ganar el favor del pueblo que lo consideró siempre un advenedizo ávido de poder y riqueza, que no dudó un momento en utilizar sus encantos para ganarse a una reina lasciva que lo colmó de regalos y dádivas a expensas del Tesoro Público.

El ascenso de Godoy comienza realmente en 1788 cuando es nombrado secretario de Estado y del Despacho Universal, cargo que le permite tener un gran poder e influencia sobre su rey Carlos IV, que un año después le concede el hábito de caballero de la Orden de Santiago, y en 1790 lo nombra comendador perpetuo de esta Orden, tal y como queda reflejado en la inmensa lista de honores con los que su monarca lo agasajó.

Asciende “el favorito” a primer ministro no sólo debido a su gran habilidad política, también a su capacidad para mantenerse cerca del soberano.

Se erige, al principio de su gobierno, como un gran disruptor y reformista de la política española pero acaba por convertirse en un personaje controvertido debido a sus políticas económicas impopulares y a una estrategia exterior de alianza con Francia, que le ocasiona la enemistad de los sectores más conservadores de la sociedad española que ven en él una amenaza para los valores tradicionales y para la independencia del país, provocando esto la pérdida de control sobre el rey y debilitando gravemente su papel en la política española.

Por todo ello el canónigo Escoiquiz, apoyado por el duque del Infantado considerado cabeza de la aristocracia española, urde un plan, conocido posteriormente como la “Conspiración de El Escorial”, para acabar con Godoy consistente en una nefasta campaña propagandística que consigue destruir su imagen y apartarlo del poder.

Herida ya gravemente su reputación, un grupo organizado y dirigido por aristócratas y militares en comunión con Fernando VII y su tío el infante don Antonio, hermano de Carlos IV, alcanza su propósito y en el conocido como Motín de Aranjuez es hecho prisionero, cesado en todos sus cargos y honores, sus bienes secuestrados y sus palacios y posesiones objeto de la rapiña.

Mal final, el exilio, para un ambicioso estadista de meteórico ascenso que lamentó su desdicha y la falta de reconocimiento de sus compatriotas cuando escribió en sus memorias:

“¿Volverán por mí los españoles, mis amados compatriotas, los que me observaron de cerca, los que vivieron en mi tiempo y han vivido en los posteriores y han podido comparar las dos épocas? Yo lo espero: más ya son pocos los que podrán hacerme esa justicia. ¿Serán más bien sus hijos?”

Y mal final también para su ingenuo rey que no pudo aceptar la traición de su hijo en El Escorial, que perdonó, y en Aranjuez, que le costó la Corona, ni que el emperador de los franceses le engañara sin hacer honor a su palabra llevando a España a la destrucción y a la guerra.