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martes, 21 de marzo de 2023

EL “GOBIERNO INTRUSO”; LA HUELLA DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN LAS ÓRDENES MILITARES CASTELLANAS

 

El alzamiento del pueblo de Madrid contra los franceses, ocupantes de la capital el 2 de mayo de 1808, pone el punto de inicio a la Guerra de la Independencia y marca el comienzo de este artículo.

A principios de mayo los reyes Carlos IV y María Luisa de Parma pusieron en manos de Napoleón Bonaparte el trono español al firmar las Abdicaciones de Bayona, conocidas con este nombre por producirse en la ciudad francesa del mismo nombre el cinco y el seis de mayo. Esta firma es el resultado de las sucesivas renuncias al trono por parte de Fernando VII, que se lo devuelve a su padre después de habérselo arrebatado en el motín de Aranjuez, y de Carlos IV que el día antes había cedido los derechos dinásticos al emperador francés. Desde el marzo anterior corrían rumores de la intención de los reyes de salir de España ante la entrada masiva de tropas francesas, con permiso español, con el fin de atacar Portugal.  

Napoleón eleva al trono a su hermano mayor José Bonaparte, conocido vulgarmente como “Pepe Botella” por su más que reconocida afición al alcohol, que es proclamado rey en junio de ese mismo año bajo el nombre de José Napoleón I de España, un rey sin súbditos que reinará de 1808 a 1812 y a cuyo gobierno, no reconocido por gran parte de la población española que lo consideró una violación de la soberanía nacional, se le conocerá, como a él, con el nombre de “Gobierno Intruso”.

Comienza la andadura de la España de Bonaparte con la aprobación del Estatuto de Bayona, en un intento de ganarse el apoyo de ilustrados españoles apodados como los “afrancesados”, y entre otros actos primeros este Gobierno decreta la disolución del Consejo Real de Órdenes militares y la desamortización de sus bienes provocando una total disociación entre el aspecto laico y religioso de estas, al suprimirse sus casas matrices y conventos. 

Funda José Bonaparte otra Orden en el reino de Nápoles, que en aquel entonces incluía a Sicilia, a la que adjudica todos los bienes muebles e inmuebles requisados a las castellanas. 

Se trata de la Orden de las Dos Sicilias, también conocida como la Orden de Francisco I, creada con el fin de recompensar a aquellos que habían demostrado un servicio distinguido a la Corona napolitana y de promover la lealtad hacia su tan denostado Gobierno.

Recibe Bonaparte en su breve reinado el privilegio de ser condecorado con la Gran Águila de la Orden de la Legión de honor, también es nombrado caballero gran dignatario de la Orden de la Corona de Hierro, ambos honores otorgados por el Imperio francés, y caballero de la Orden de los Serafines. 

Se autoproclama soberano gran maestre de la Insigne Orden del Toisón de Oro, soberano gran maestre (y fundador) de la Real Orden de España, en un claro intento de abolir la Insigne Orden de Carlos III, y soberano gran maestre de la Real Orden de las Dos Sicilias. 

Mientras “El rey Intruso” recibe honores, el pueblo español crea juntas locales y provinciales y una Junta General de gobierno primero en Aranjuez, después Sevilla y finalmente en Cádiz, ciudad andaluza donde acabaría aprobándose la Constitución de 1812 conocida como “La Pepa” por ser firmada el 19 de marzo día de San José, de tintes progresistas y notablemente influida por la Revolución Francesa.

Pero algo de bueno había de tener este atropellado y efímero reinado. En 1808 funda José Bonaparte el Ministerio de la Policía, predecesor histórico del actual Ministerio del Interior, y plantea la creación de un museo de bellas artes, conocido en su momento como “Museo Josefino”, para retener las obras de arte españolas que su hermano Napoleón empezaba a llevarse a Francia. Será posteriormente el rey Fernando VII, recuperada la Corona, quien retoma el proyecto y acaba inaugurándolo bajo el nombre de Museo del Prado.  

Fue apodado también el pintoresco monarca como “El rey Plazuelas” por ese interés suyo por abrir plazas en la capital, derribando iglesias y conventos, del que surgió la Plaza de Oriente sita delante del Palacio Real madrileño.

Finalizado su reinado, tras la derrota de Arapiles en 1812, sale de España definitivamente el 13 de junio de 1813, siendo pocos los restos de su reinado. Apenas es destacable un escudo que se conserva en la Iglesia de San Benito de Valladolid, ocupado en su momento por la soldadesca napoleónica. 

Poco después, el 11 de diciembre de ese mismo año, Napoleón y Fernando VII firman el Tratado de Valençay o Tratado de la Paz en la localidad francesa del mismo nombre, en cuyo castillo pasó el hijo de Carlos IV recluido toda la Guerra de la Independencia, por el que el emperador francés lo reconoce como rey de España.

Las Cortes de Cádiz sustituyen el Consejo de Órdenes, disuelto por José Bonaparte, por un Tribunal de Órdenes con menos atribuciones y recursos económicos, pero dos años después, en 1814, el propio rey Fernando VII, conocido por sus detractores como “El rey Felón”, encabeza un golpe de Estado que propicia la abolición de esta nueva Constitución progresista y recupera el Consejo de Órdenes devolviendo a la Corona los bienes incautados por el “Gobierno Intruso” incluidos los de Godoy recuperados en el motín de Aranjuez, e instaurando una monarquía absolutista.

En 1820, con la llegada del Trienio Liberal, se restablece la Constitución y los decretos de Cádiz produciéndose una nueva desamortización que lógicamente afectó a las ya maltrechas Órdenes militares que vieron como volvía a ser abolido su Consejo y como se utilizaban sus rentas para el pago de la Deuda Nacional. Fueron de nuevo suprimidos todos sus colegios y conventos pasando todos sus bienes al Crédito Público. 

En este tiempo del Trienio el rey aparentó acatar la Constitución recién instaurada con un célebre manifiesto firmado por él en Madrid el 10 de marzo de ese mismo año, que ha quedado para la historia y cuyo tenor literal es:


 “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional; y mostrando a la Europa un modelo de sabiduría, orden y perfecta moderación en una crisis que en otras naciones ha sido acompañada de lágrimas y desgracias, hagamos admirar y reverenciar el nombre español, al mismo tiempo que labramos para siglos nuestra felicidad y nuestra gloria”


Aun así, no dejó “el rey Felón” de conspirar para restablecer el absolutismo, lo que logró tras la intervención en 1823 de los Cien Mil Hijos de San Luis, acción que Benito Pérez Galdós novelaría posteriormente en uno de sus “Episodios nacionales”, poniendo así fin al Trienio Liberal tras la derrota del ejército constitucional, y dando paso a la segunda restauración absolutista en España, restableciéndose de nuevo el Consejo de Órdenes y anulándose gran parte de la anterior transferencia de sus bienes.

No sería la última vez que este Consejo sufriría el implacable paso de la Historia.