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sábado, 28 de junio de 2025

TÍTULOS NOBILIARIOS Y GRANDEZAS DE ESPAÑA


TIMBRES HERÁDICOS Y TRATAMIENTOS

El hecho de que el Rey Felipe VI haya otorgado recientemente algunos títulos nobiliarios motivan esta breve pincelada nobiliaria y también un poco heráldica.

Si acudimos al diccionario de la Real Academia de la Lengua encontraremos varias acepciones para la naturaleza del sustantivo “título” dependiendo de su contexto, pero si a lo que queremos referirnos es al entorno nobiliario conviene tener en cuenta la de “renombre o distintivo con que se conoce a alguien por sus cualidades o sus acciones” o la de “persona que posee dignidad nobiliaria”; y si hablamos de tratamiento, también en este contexto, es bastante acertada la de “título de cortesía que se le da una persona” por lo que podemos afirmar que el título se refiere a la dignidad y el tratamiento hace referencia al título de cortesía que va parejo a esa dignidad.

En España nobiliariamente hablando hemos de distinguir entre dos grandes grupos, Títulos de la Casa Real y Títulos del Reino. En el primero recogeremos aquellos graciables que se otorgan al monarca y a los miembros de la Familia Real con carácter vitalicio, príncipe de Asturias, rey, infante etc., aunque el monarca tiene la facultad de poder conceder la dignidad de infante de España a personas ajenas a su familia. En el segundo grupo tenemos a aquellos concedidos por el rey en atención a una cualidad o mérito, estos son los conocidos como títulos nobiliarios que aunque actualmente no otorgan ningún privilegio, tienen carácter hereditario, salvo los concedidos con carácter personalísimo que son vitalicios y regresan a la Corona a la muerte del reconocido por el honor, están regulados por la legislación estatal, no pueden ser ni comprados ni vendidos y su uso indebido o usurpación están penalizado por la ley, siendo la Diputación permanente de la Grandeza de España la entidad a quién corresponde la representación y gobierno de la nobleza titulada de nuestro país, y al Ministerio de Justicia a quien corresponde gestionar los aspectos legales y administrativos de los títulos nobiliarios.

Como nota curiosa hacer constar que los títulos nobiliarios no son propiedad del titular que lo ostenta sino de la Corona Española y vuelven a ella cuando quedan vacantes, también que estos no empezaron a ser hereditarios hasta los Trastámaras. Así durante la alta Edad Media un conde era el tenente o poseedor de un territorio que gobernaba con ese título de forma temporal y como mucho de manera vitalicia. Actualmente un título nobiliario puede transmitirse inter vivos, a través de la cesión que no podrá perjudicar al pariente de mejor derecho, o mortis causa.

En algunos momentos de la Historia Nobiliaria española algunos monarcas establecieron leyes especiales que no perduran en la actualidad, tal es el caso de Felipe IV que dispuso en 1664 que no se podría obtener el título de conde ni el de marqués sin haber sido antes vizconde, o el de Carlos III que en 1775 dispuso que no se concedieran títulos a quienes no hubieran servido al rey o al público.

Como podemos observar las normas que regulan la nobleza española ha sufrido incesantes variaciones hasta nuestros días. El último privilegio, suprimido en 1984 mediante el Real Decreto 1023/1984, fue el derecho a pasaporte diplomático del que gozaban los grandes de España, Los títulos sin grandeza nunca tuvieron este privilegio.

Volviendo al grupo de los Títulos del Reino existen en él dos categorías: los títulos de nobleza aparejada, duque, marques, conde varón etc., y aquellos otros de nobleza no titulada entre los que se encuentran los de caballero, hidalgo, maestrante o señor.

Hemos de tener en cuenta además que algunos títulos de nobleza pueden ir asociados a la dignidad añadida de Grandeza de España, lo que les otorga un plus en la jerarquía nobiliaria, aunque esta grandeza también puede concederse por sí sola como grandeza personal sin ir asociada a ningún título.

A la hora de establecer la jerarquía de los títulos nobiliarios españoles primero van los ducados después los marquesados luego los condados, los vizcondados las baronías, los señoríos y por último las dignidades nobiliarias (por ej. Almirante, adelantado mayor, mariscal etc.) y todos ellos, como no, conllevan un tratamiento de dignidad. Para los títulos de duque y todos aquellos que tengan Grandeza de España es el de Excelentísimo, para los títulos de marqués, conde y vizconde sin Grandeza de España es el de Ilustrísimo y para el de barón o señor es Señoría.

Conviene aclarar para evitar confusiones que existe también un orden protocolario de escritura en el que primero va el tratamiento, después el nombre y apellidos y por último el título nobiliario, ej. S.E. Maria del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, duquesa de Alba, aceptándose también escribir primero el título nobiliario, después el tratamiento para finalizar con el nombre y apellido de beneficiado o reconocido como noble; siguiendo el ejemplo anterior sería La duquesa de Alba, S.E. Maria del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva.

Expuestos estos conceptos, parece relevante hacer un breve análisis de los elementos heráldicos que diferencian los escudos de armas de los títulos nobiliarios, pues este nos permitirá reconocer ante qué noble nos encontramos con un simple vistazo del emblema familiar. Aun así, hemos de tener en cuenta que la heráldica es una ciencia compleja y que cada escudo es único pues en él está reflejada la historia, los honores y la nobleza de un linaje familiar.

La diferencia fundamental en estas insignias es el tipo de corona que lidera el escudo siendo este el elemento distintivo principal, pero no hemos olvidarnos de el conjunto que constituye la panoplia y otros ornamentos heráldicos como lambrequines, tenantes y otros símbolos alegóricos que singularizan cada emblema y determinan el linaje.

La que preside el escudo de armas del duque es una corona abierta compuesta por un cerco de oro adornado de perlas y pedrería y decorada con ocho florones en forma de hoja de apio, de los cuales cinco son visibles, que se sostienen sobre puntas elaboradas con el mismo metal que la base. Si el ducado conlleva Grandeza de España estará cubierta por un bonete de terciopelo rojo, forro de gules, rematado en un botón de oro.


Corona ducal sin y con Grandeza de España

La corona en el escudo de marqués, aunque a simple vista pueda parecerse a la ducal está compuesta por un cerco de metal precioso y pedrería decorado con cuatro florones y cuatro ramos, compuestos por tres perlas cada uno. Florones y ramos están situados sobre puntas elaboradas con el mismo metal que la base; y de la misma manera que la ducal si el marquesado conlleva Grandeza de España estará cubierta por un bonete rojo que puede ir rematado con una perla.



Corona de marquesado

El que la corona esté cubierta por un bonete de terciopelo rojo en el caso de que exista Grandeza de España representa simbólicamente el hecho de cualquier noble con dicha gracia si usase su corona en presencia del rey no estaría obligado a descubrirse, quedando cubierto ante el monarca gracias al forro de gules, no así aquellos sin grandeza que deberán destaparse.


La corona que adorna el escudo de armas de un conde se representa con un aro de oro engastado con piedras preciosas con nueve puntas visibles rematadas con perlas, la del vizconde tiene el mismo aro pero las puntas visibles son cincos, tres más altas las de los extremos y el centro, y todas ellas rematadas con perlas. La corona de barón se representa con el mismo aro de oro engastado en piedras preciosas pero esta vez abrazado por ocho tirantes de perlas rematados también en perlas.


Coronas de conde, vizconde y barón

La coronas de señor e hidalgo son una derivación de la de barón pero en el caso de la del señorío los tirantes son cuatro y no tienen remates en perlas y la de hidalgo, al ser nobleza no titulada, sólo se representa con el aro de oro engastado con piedras preciosas.



Coronas de señor y de hidalgo
 
Los hidalgos generalmente eran portadores de armas en el blasón pues su nobleza estaba íntimamente ligada con el hecho de haber prestado servicios de defensa a la Corona, y por tanto solían ser hidalgos los caballeros de las órdenes militares españolas o aquellos pertenecientes a las reales maestranzas de caballería

Otro elemento heráldico considerado junto con la corona ornamento exterior que suele aparecer en los blasones de los nobiliados es el yelmo porque timbra el estatus del propietario. Su posición y diseño, si es abierto o cerrado, o su color pueden indicar la posición de a quien representa dentro de la nobleza o de la familia.

Así los yelmos de barón, vizconde y conde van terciados y mirando a la diestra, son de plata y llevan visera con cinco rejas. A partir de marqués, todos miran de frente. El de marqués es de plata, lleva visera, claveteado y siete rejas de oro, el de duque es de plata, lleva visera, claveteado, ribeteado y nueve rejas de oro. El yelmo de la monarquía que también mira de frente es de oro para diferenciarlo de el de duque o marqués.

Hablemos ahora de los yelmos de la nobleza no titulada:

El yelmo del hidalgo se sitúa de perfil, es de acero y está claveteado de oro. La visera está entreabierta y sin rejillas. Los nobles menores de treinta años, no envestidos aún caballeros, llevarían este yelmo. El de caballero sin embargo se sitúa también de perfil, también es de acero, pero el claveteado, el ribete y las rejillas, son de oro. Lleva visera y tres rejillas

Mención hemos de hacerle al yelmo del bastardo que está siniestrado, es decir que mira a la izquierda o siniestra del escudo. Es de acero, claveteado de oro, lleva la visera entreabierta pero no lleva rejillas.

Es este sólo un breve esbozo del apasionante reto que puede llegar a ser el de “descifrar” el escudo de armas de un linaje familiar; descodificar cada uno de sus ornamentos, tanto interiores como exteriores, sus figuras y muebles heráldicos y la colocación de ellos dentro de cada cuartel, o sus metales y colores porque todo en el blasón tiene un significado, nada está al azar.

Es emocionante entender que toda la información obtenida, si está bien interpretada, nos situará frente a la intrahistoria de una familia, frente a su nobleza, sus principios y valores.



¡Cómo se puede contar tanto con una sola imagen!