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viernes, 11 de noviembre de 2022
EL CRISTO NEGRO DE CÁCERES Y SU ORIGEN TEMPLARIO
Uno de los procesos más famosos de la Edad Media, fue el juicio a los templarios acontecido a principios del S. XIV en el que fueron acusados sus caballeros de apostasía, idolatría y homosexualidad, con el resultado final, probablemente por falta de una adecuada defensa legal, de la disolución de la Orden del Temple por el Papa Clemente V, quien emitió Decreto de disolución el 3 de abril de 1311, y que fue posteriormente ratificado en el concilio de Vienne el 12 de marzo de 1312, siendo el propio Maestre de la Orden, Jacques de Molay, quemado en la hoguera en París el 18 de mayo de 1314.
Este Papa decidió además incorporar el patrimonio de esta Orden supranacional a otra Orden militar también internacional, la del Hospital, exceptuando de esta medida a la Península Ibérica que quedó pendiente de una posterior resolución pontifica.
El único país que acogió y respetó a los veinte caballeros del Temple que lograron huir de Francia y a los maltrechos restos patrimoniales y privilegios de la Orden fue Portugal.
El rey portugués Dionis, conocido por el Trovador, con el permiso del Papa Juan XXII funda en 1319 la Orden de Cristo en clara referencia al origen de los caballeros del Temple, es decir a la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Jerusalén. Deviene por tanto esta nueva Orden en la continuadora de la del Temple en Portugal convirtiéndose por tanto en la heredera de su patrimonio.
Cuentan las crónicas locales que los caballeros templarios nada más tomar asiento en la villa portuguesa de Tomar, sede de la Orden, deciden mandar tallar un magnífico crucifijo en madera de iroko, árbol de madera oscura procedente de Etiopía, muy venerado por diversas culturas en la creencia de que en él habitaban espíritus.
La talla de autor anónimo, hay quien la atribuye a Paulus de Colonia artista que intervino en la ornamentación del monasterio de Guadalupe, está datada a mediados del S. XIV y representa a Jesús de Nazaret agonizando crucificado con tres clavos sobre cruz de nudos y la cabeza inclinada hacia el lado derecho. Se representa con barba corta, boca entreabierta y delgada nariz en un rostro muy expresivo de rasgos etíopes. El cuerpo cuenta con algunas desproporciones como la de unos enormes pies, pero en general presenta una gran limpieza de formas. Señala el actual Mayordomo de la Venerable Cofradía de este Cristo Antonio Javier Corrales, autor de la obra de investigación “La Historia de la Hermandad del Cristo Negro”, que no existe en Europa otra talla de Crucificado con esos rasgos y esa forma de rostro.
El 3 de mayo de 1490 los caballeros de esta portuguesa Orden de Cristo y algunos de la Orden de Alcántara fundan la Venerable y Pontificia Cofradía de la Hermandad Penitencial del Santo Cristo de Santa María de Jesús, popularmente conocida como la Cofradía del Cristo Negro, cuya sede se establecerá en la Concatedral de Santa María de la ciudad extremeña de Cáceres y allí será trasladada la talla.
Surge desde entonces el fervor y la devoción de la nobleza cacereña hacia este Cristo y prueba de ello es que en el S. XV la familia Ovando costea la modificación del pelo y el paño de pureza de la talla por un total de 1500 maravedíes. No fue la única, este Santo Crucifijo ha sufrido más de tres modificaciones en sus casi siete siglos de existencia.
Ha sido testigo de excepción en la primera visita a Cáceres de la Reina Isabel La Católica el 8 de mayo de 1477, también en otra posterior que realizó el regio matrimonio el 27 de febrero de 1479, acompañado por el Gran Maestre de la Orden de Alcántara, el noble cacereño D. Alonso Golfín.
Con el tiempo este fervor llegó al pueblo llano. Tanto es así que estuvo el Cristo presente en ajusticiamientos del Santo Oficio, siendo el rostro de este lo último que veía el reo antes de morir. También fue testigo de juicios, a solicitud del procesado, en los que, se cuenta, no llegó nunca a emitirse un veredicto de condena.
Esta misma nobleza se encargó del cuidado y mantenimiento de la talla, encomendando a mendigos e indigentes su limpieza con cebolla y vinagre, en la creencia de que todo aquel que tocase o mirase a los ojos al Cristo “sin devoción” o estando en pecado, encontraría la muerte ese mismo año o correría el riesgo de quedarse ciego. Actualmente se sigue limpiando esta talla con guantes y nadie se atreve a tocarlo o mirarlo fijamente sin rezar después un padrenuestro.
La Cofradía del Cristo Negro es refundada en 1986, contando en la actualidad con númerus clausus de cofrades que lo acompañan de entre 50 y 59, volviendo a procesionar el Crucificado a partir de entonces en la madrugada del Miércoles al Jueves Santo.
El ceremonial comienza a las 12 de la Noche previo ritual, de reminiscencias templarias, que celebran los cofrades a puerta cerrada. Estos visten hábito benedictino, cíngulo prendido a la cintura y guantes y zapatos negros y llevan la cabeza cubierta con capuchas.
Una vez celebrado este rito, por la puerta lateral de la Concatedral de Santa María aparece el Muñidor acompañado por dos hermanos y detrás de ellos el Alcalde Mayordomo. Todos, alumbrados por antorchas, se dirigen a la puerta por donde saldrá el Cortejo Fúnebre.
Adelantándose el Mayordomo unos pasos dará tres golpes en esta pronunciando en alto la frase:
“Que salga la Hermandad del Cristo negro; Dios lo quiere así”
Empieza entonces un culto austero y sobrecogedor que recorre las medievales calles de la Ciudad Monumental, sin poder sobrepasar sus límites más allá de la muralla histórica según los estatutos de esta Cofradía, bajo el voto de silencio de sus cofrades sólo interrumpido por un solitario y desentonado timbal, una esquila de bronce que porta el Muñidor y los golpes de las horquillas en los adoquines de los hermanos portadores.
Y es que este impresionante Cristo Negro, del que algunos cuentan que se percibe un agradable olor a flores cuando estás a su lado, ha estado arropado siempre por un halo de misterio y una singular energía que lo hace a su vez ser temido y adorado.
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