lunes, 8 de mayo de 2023

EL BLASONAMIENTO COMO INSTRUMENTO DEL DERECHO MEDIEVAL; LA HERENCIA HERÁLDICA



El término blasón, aunque de origen incierto, bien pudiera proceder etimológicamente del vocablo latino “blasus” cuya acepción lingüística es “armas de guerra”, por lo que blasonar será entendido como describir las armerías siguiendo las reglas de la heráldica.

Sin embargo, hemos de distinguir entre heráldica y ciencia del blasón porque mientras que la primera se enfoca en el diseño y estudio de escudos de armas y otros símbolos heráldicos regido por unas minuciosas y estrictas reglas, el blasonamiento es el lenguaje utilizado para describir los elementos que los componen como son los colores, las figuras, los muebles heráldicos o las particiones. No hemos de olvidar, no obstante, que ambas disciplinas están directamente relacionadas y son herramientas fundamentales para la identificación de familias nobles, linajes históricos, instituciones, reinos y países.

Y en este ámbito entra en juego el Derecho Medieval como ordenamiento jurídico vigente desde la caída del Imperio Romano hasta el Renacimiento, generador y garante de las normas y procedimientos que regularon la heráldica y la ciencia del blasón y por ende todo lo referente a la propiedad, uso, cesión, matrimonio y/o transmisión de los escudos de armas, ya que estos se convirtieron en un medio indispensable para distinguir a los nobles en la batalla y a los meritorios de honor y privilegio como forma de identificación y prestigio, dándose por hecho que esta vinculación entre honor, nobleza y escudo de armas fue la génesis de estas dos disciplinas, y que ambas requieren de un conocimiento profundo de la historia, la cultura y la simbología porque en ellas se combina el arte y la ciencia, y requieren contar con habilidades específicas para su correcta creación o interpretación.

Pero como casi todo, el arte heráldico y el blasonamiento fueron evolucionando. La sociedad feudal regida por una economía agraria dio paso a otra de carácter más mercantil con una progresiva aparición de gremios y cuerpos de oficio, y esta evolución quedó de manifiesto con la proliferación de todo tipo de símbolos e insignias asociados a ellos.

Ocurrió lo mismo con grupos civiles, religiosos o militares ya que en cada uno de sus símbolos y blasones empezaron a quedar reflejadas sus peculiaridades. Los grupos religiosos incorporaron elementos propios del clero como tiaras o llaves representando al pontífice, se incluyeron ciertos trajes e indumentarias para representar oficios y gremios o ciertas banderas, armaduras o estandartes, de claro carácter identitario y coterráneo, empezaron a representar cuerpos militares, reinos e instituciones.

Con el tiempo estos blasones crecieron en riqueza ornamental y recibieron yelmos y coronas, soportes o tenantes y hasta lemas y divisas con el fin de establecer jerarquías dentro de la iglesia, de la nobleza o de la monarquía en los que hasta el color o la posición de elementos ornamentales eran determinantes para identificar al poseedor.

Ya en el S. X con el surgimiento de las ciudades medievales en Europa y el afianzamiento de la economía, los mercaderes y artesanos se agrupan por barrios y surgen los guildes o corporaciones gremiales, cofradías, compañías y hansas que adoptan símbolos y emblemas representativos que acabarán dando lugar a una heráldica profesional, al acabar convirtiéndose en obligatorio el uso de estos símbolos corporativos, en un afán fiscalizador de la actividad comercial, por lo que empezó a ser exigida la debida clasificación de estos gremios o guides y la identificación de estos a través de una insignia distintiva para cada uno de ellos, que podríamos asociar al uso de los logotipos y marcas comerciales actuales e incluso hacer herederos a estos de las anteriores.

Pasan los blasones y escudos de armas a formar parte de las fachadas e interiores de notables construcciones esculpidos o formando parte de iglesias, casas solariegas, monumentos funerarios y laudas sepulcrales o también tallados en coronas, retablos y otros objetos de culto lo que ha propiciado que historiadores, arqueólogos, numismáticos o restauradores hayan llegado a un conocimiento mucho más exhaustivo y preciso del tiempo histórico que representan.

Aun así, muchos han querido acabar con la heráldica y con la ciencia del blasón por entenderlas clasistas y distintivas de la nobleza y aristocracia. Tal es el caso de la Revolución Francesa que lo intentó físicamente, sobre todo a partir de 1790, o de algunos historiadores y estudiosos que se limitaron a ignorarlas en sus investigaciones, pero lo cierto es que hoy en día cualquiera puede crear y registrar un escudo de armas como una forma de expresar su identidad personal o familiar.

Todo lo expuesto nos permite afirmar con rotundidad que los blasones y escudos de armas han querido y permitido perpetuar las herencias heráldicas familiares, profesionales o dinásticas y la marca de honor de los antepasados dando fe del oficio del progenitor, de la antigüedad, la nobleza y los honores y méritos de la estirpe diferenciando a padres de hijos o a ramas familiares y linajes.

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