lunes, 13 de junio de 2022

VELÁZQUEZ PINTOR Y CABALLERO. “REMOVIENDO ROMA CON SANTIAGO”



Es bien sabido que para obtener el hábito de caballero de una Orden militar castellana era necesario probar nobleza, cristiandad y limpieza de sangre, así como no haber desempeñado oficio vil o mecánico.

En la Orden de Santiago y tras el Capítulo de Uclés de 8 de septiembre de 1440, con la aprobación de varias Ordenanzas motivadas por la conveniencia de la aclaración de algunos puntos pertenecientes a dicho Fuero, se acuerda que aquel que hubiere de ingresar en esta Orden deberá probar su nobleza paterna y la cristiandad de la materna.

Estas condiciones se recrudecen y en la época que nos ocupa que es la del pintor Diego de Silva y Velázquez, S. XVII, serán necesarios como requisitos a cumplir, prueba fehaciente de que los cuatro abuelos del aspirante pertenecían a la nobleza de sangre, y que todos ellos eran cristianos e hijos legítimos.

Además de estos requisitos la Orden de Santiago adopta en 1563 un establecimiento definiendo como oficios viles y mecánicos incompatibles con el hábito:

“… platero o pintor que los tengan por oficio, bordador, cantero, mesonero, tabernero, escribano – que no sea secretario del Rey o de cualquier persona real – procuradores públicos u otros oficios semejantes o inferiores a estos …”

No obstante, todo lo anterior era dispensable por bula Papal dependiendo de los méritos del pretendiente y del capricho Real.

El llegar a ostentar el hábito de caballero de una Orden militar convertía al protagonista en sujeto de gran prestigio y casi devoción, así lo afirma Suárez de Figueroa en 1617 cuando escribe:

“En mi niñez asombraba a un lugar entero ver entrar por él un hábito. Los aldeanos, en particular, se santiguaban y casi se daban golpes en los pechos en viendo pasar al Señor Comendador.”

Nuestro pintor era plenamente conocedor de esto y lejos del interés material, el motor de su aspiración al hábito era el deseo de nobleza, honor y reputación. Era para él, el ingreso en una Orden militar, la obtención de un certificado de ascendencia noble y de limpieza de sangre con el que no contaba.

Sobre la familia de Velázquez poco se sabe, y casi todo lo conocido lo aporta el “Expediente de pruebas” incoado en 1658 para su ingreso en la Orden de Santiago.

Su linaje paterno era bastante modesto, eran hidalgos portugueses que pasaron a Sevilla, y a pesar de que el pintor pretendió justificar su pertenencia a la nobleza sevillana a través del linaje materno, esto no quedó en ningún momento probado.

Era un secreto a voces en la Corte su aspiración a vestir un hábito de caballero tal es así que cuando fue nombrado en 1636 Ayuda de Guardarropa, los diarios de aviso de la época comentaron así la noticia:

“A Diego Velázquez han hecho ayuda de Guardarropa de Su Majestad, que tira a querer ser un día Ayuda de Cámara y ponerse un hábito a ejemplo de Tiziano”.

El pintor Tiziano alcanzó el hábito durante el reinado de Felipe II.

Pero Velázquez se dio de bruces contra la oposición del Consejo de Órdenes para la obtención de la “merced de hábito”, y a pesar de ello Felipe IV se la concedió en 1658 cuando lo hizo su pintor de Cámara, incoándose poco después el expediente que tanto dio que hablar y cuyo objetivo era corroborar que el pintor reunía los requisitos exigidos por la Orden para su ingreso como caballero, que no eran otros que cristiandad, legitimidad, nobleza y limpieza de sangre de sus cuatro abuelos así como no haber ejercido ninguno de ellos los oficios tenidos por viles ya referidos..

Se trasladaron los informantes a Sevilla en busca de pruebas de distinción no encontrando más allá de una de nobleza para los hidalgos modestos que era conocida por el nombre de “la devolución de la blanca” y que tenía como base la existencia de un recargo en el precio de cada libra de carne comprada en la ciudad de dos maravedís, moneda esta que se conocía vulgarmente como “la blanca”, de ahí la expresión “estar sin blanca” que hoy conocemos. Los Hijosdalgo estaban exentos del pago de este tributo por lo que cada cierto tiempo se les devolvía “la blanca” adelantada. Esta devolución era indicio de cierta nobleza o hidalguía.

Con esta prueba, y la ayuda de los testimonios de pintores como Zurbarán, Alonso Cano o Murillo logra Velázquez tan ansiada merced que le abrirá las puertas a la obtención del hábito, pero ocho meses después el Consejo de Órdenes emite un dictamen en el que, aun aceptando la cristiandad y legitimidad del pintor, rechaza las pruebas de nobleza de su abuela paterna doña María Rodríguez, y las de sus abuelos maternos Juan Velázquez y Catalina de Zayas.

No hubo más remedio que buscar la ayuda Papal, de tal manera que Felipe IV solicitó a Alejandro VII su benevolencia y el 1 de octubre de 1659 su Santidad emitía un Breve que dispensaba a Velázquez de la necesidad de probar su cuestionada nobleza.

El 29 de noviembre Diego de Silva y Velázquez era armado caballero de Santiago en el convento de Corpus Christi de Madrid de manos de don Gaspar de Guzmán el Bueno, Conde de Niebla, siendo su padrino de ceremonia don Baltasar Barroso de Ribera, Marqués de Malpica.

Poco tiempo pudo disfrutar el pintor de su ansiado hábito porque nueve meses después de haberlo obtenido, concretamente el 6 de agosto de 1660, moriría en Madrid siendo enterrado en la parroquia de San Juan Bautista con el hábito y la insignia de la Orden.

Hagamos entonces la pregunta;

Si oficialmente “Las Meninas” fueron pintadas en 1656, ¿por qué se pinta Velázquez luciendo la cruz de la Orden de Santiago en su jubón en este cuadro, cuando no obtuvo el hábito de caballero y por tanto el derecho a exhibirla hasta 1659?

Hay quién dice que fue el propio Rey Felipe IV quién plasmó la venera en el pecho del pintor, una vez muerto este. Otros autores sin embargo sostienen que a pesar de que el tratadista Palomino afirma que el cuadro fue pintado en 1656, pudo haberse pintado con posterioridad, no olvidemos que la pintura no está firmada ni fechada. Poca consistencia tiene esta teoría teniendo en cuenta que nuestro pintor en este caso hubiera tenido sólo ocho meses para realizar su obra maestra, si hubiese querido ser riguroso y no haber reflejado la venera en su jubón sin haberla obtenido previamente.

Quizás haya una explicación más sencilla; pudo ser el propio Velázquez quién incorporara con posterioridad a la finalización de la obra, la cruz de Santiago a su jubón obtenido ya el privilegio; al fin y al cabo era lógico que lo hiciera vistas las dificultades que tuvo que sortear para obtenerlo.