Blog sobre Historia medieval, Órdenes militares, Derecho Nobiliario y Premial o Heráldica y Genealogía
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domingo, 20 de noviembre de 2022
LOS FRATRES DE CÁCERES, ORIGEN DE LA ORDEN MILITAR DE SANTIAGO
La congregación de Los fratres fue fundada por Fernando II de León y por el obispo de Salamanca Pedro Suárez de Deza en 1170, en la ciudad extremeña de Cáceres tras arrebatársela a los musulmanes.
El rey asignó a un grupo de caballeros leoneses, que se constituyeron como fraternidad militar y religiosa con voto de obediencia y lucha, la misión de defender la ciudad del ataque musulmán además de proteger a los peregrinos que realizaban el Camino de Santiago.
Establecieron su primer convento fuera del recinto monumental de la ciudad. Sobre los restos de este templo se levantó con posterioridad una edificación renacentista que es la actual iglesia parroquial de Santiago de los Caballeros. La reforma fue encargada por la familia Carvajal, cuyo escudo aparece repetidamente en la edificación, y llevada a cabo por Rodrigo Gil de Hontañón. Destaca en la iglesia por su antigüedad la pila bautismal ornamentada con cruces y veneras y el retablo mayor, de cuatro pisos, con escenas del Jesucristo y varios santos, obra inconclusa de Berruguete que finalizaron los discípulos de su taller en 1565, cuatro años después de su muerte.
Cuando en 1174 es atacada Cáceres por el Emir almohade Abub-Jacob-Yusuf de camino a la conquista de Ciudad Rodrigo, los fratres liderados por Pedro Fernández de Fuente Escalada, posterior primer maestre de la Orden de Santiago, armados de espadas se dispusieron a defender la ciudad no con buena fortuna porque acabaron muchos de ellos degollados en la conocida “Torre de Bujaco”, contracción vulgar de Abub-Jacob-Yusuf, y reconquistada de nuevo la ciudad extremeña por los musulmanes.
Previamente, en 1172, y bajo el mando de este temido Emir también había caído en manos musulmanas la localidad cacereña de Alcántara, conquistada por Fernando II en 1167, por lo que para su reconquista el monarca impulsó la militarización de una congregación religiosa creada bajo su amparo conocida por el nombre de su fundador San Julián del Pereiro, ermitaño salmantino, y que estaba llamada a convertirse, ya bajo el reinado de Alfonso IX, en la más importante Orden militar extremeña y una de las cuatro Órdenes Militares por excelencia, la Orden Militar de Alcántara.
Pero volviendo a los designios del rey para la ciudad de Cáceres, que no eran otros que la reconquista y protección de esta por parte de la congregación caballeresca, estos se vieron obstaculizados por la iniciativa del arzobispo de Santiago, Pedro Gudestéiz, que hizo una oferta a los freires que no pudieron rechazar y es que los invitó a ponerse al servicio de la Iglesia de Compostela bajo el estandarte del Apóstol a cambio de sustanciosas rentas y donaciones, se incluyó en el acuerdo como condición que no deberían reclamar la restauración de la sede arzobispal de Mérida, que fue trasladada temporalmente a Santiago. Los nuevos caballeros se convirtieron en una especie de guardias de corps del arzobispo.
Fernando II no vio con malos ojos que “sus caballeros” establecieran una nueva vinculación con el apóstol, pero no desistió de su objetivo reconquistador de Cáceres y Badajoz en el que les había asignado a estos un papel principal.
Sin embargo, no alcanzó el rey a darse cuenta de que con este acuerdo empezó la transformación de la congregación de los fratres de Cáceres, posteriormente conocida por Hermanos de la Espada y después por Caballeros de la Orden del Señor Santiago, en la Orden Militar de Santiago a la que el arzobispo compostelano además regaló una bandera e hizo canónico de Santiago al maestre Fernández de Fuente Escalada.
El primer documento que se conserva de la Orden santiaguina es de 1171 y en él se recoge la dotación por parte del arzobispo de nombre y hábito a los nuevos caballeros.
Su primer hecho de armas relevante fue la toma de Cuenca, participando después en la reconquista de Extremadura consolidando con ello su poder económico, político y militar.
Las Órdenes Militares vinieron a suponer un muro defensivo contra el enemigo musulmán, es por esto por lo que los caballeros alcantarinos junto con los santiaguistas asumieron un definitivo papel al final del reinado de Alfonso IX, hijo de Fernando II, en el que Cáceres se erigió como el gran objetivo a reconquistar. Se localizaron las encomiendas de la Orden de Alcántara en la mitad norte de Extremadura y las de la Orden de Santiago en la mitad sur. Podríamos situar a día de hoy las alcantarinas en la provincia de Cáceres y las santiaguistas en la de Badajoz.
No hemos de olvidar que los iniciales fratres cacereños reconvertidos después en caballeros de la Orden de Santiago, dejaron su particular herencia en la ciudad ya que dieron origen a los linajes de Espadero y Cáceres, que adoptaron en sus escudos de armas muebles heráldicos del primitivo de la Orden de Santiago heredero a su vez de el de aquellos heroicos y poco reconocidos freires cacereños.
lunes, 13 de junio de 2022
VELÁZQUEZ PINTOR Y CABALLERO. “REMOVIENDO ROMA CON SANTIAGO”
Es bien sabido que para obtener el hábito de caballero de una Orden militar castellana era necesario probar nobleza, cristiandad y limpieza de sangre, así como no haber desempeñado oficio vil o mecánico.
En la Orden de Santiago y tras el Capítulo de Uclés de 8 de septiembre de 1440, con la aprobación de varias Ordenanzas motivadas por la conveniencia de la aclaración de algunos puntos pertenecientes a dicho Fuero, se acuerda que aquel que hubiere de ingresar en esta Orden deberá probar su nobleza paterna y la cristiandad de la materna.
Estas condiciones se recrudecen y en la época que nos ocupa que es la del pintor Diego de Silva y Velázquez, S. XVII, serán necesarios como requisitos a cumplir, prueba fehaciente de que los cuatro abuelos del aspirante pertenecían a la nobleza de sangre, y que todos ellos eran cristianos e hijos legítimos.
Además de estos requisitos la Orden de Santiago adopta en 1563 un establecimiento definiendo como oficios viles y mecánicos incompatibles con el hábito:
“… platero o pintor que los tengan por oficio, bordador, cantero, mesonero, tabernero, escribano – que no sea secretario del Rey o de cualquier persona real – procuradores públicos u otros oficios semejantes o inferiores a estos …”
No obstante, todo lo anterior era dispensable por bula Papal dependiendo de los méritos del pretendiente y del capricho Real.
El llegar a ostentar el hábito de caballero de una Orden militar convertía al protagonista en sujeto de gran prestigio y casi devoción, así lo afirma Suárez de Figueroa en 1617 cuando escribe:
“En mi niñez asombraba a un lugar entero ver entrar por él un hábito. Los aldeanos, en particular, se santiguaban y casi se daban golpes en los pechos en viendo pasar al Señor Comendador.”
Nuestro pintor era plenamente conocedor de esto y lejos del interés material, el motor de su aspiración al hábito era el deseo de nobleza, honor y reputación. Era para él, el ingreso en una Orden militar, la obtención de un certificado de ascendencia noble y de limpieza de sangre con el que no contaba.
Sobre la familia de Velázquez poco se sabe, y casi todo lo conocido lo aporta el “Expediente de pruebas” incoado en 1658 para su ingreso en la Orden de Santiago.
Su linaje paterno era bastante modesto, eran hidalgos portugueses que pasaron a Sevilla, y a pesar de que el pintor pretendió justificar su pertenencia a la nobleza sevillana a través del linaje materno, esto no quedó en ningún momento probado.
Era un secreto a voces en la Corte su aspiración a vestir un hábito de caballero tal es así que cuando fue nombrado en 1636 Ayuda de Guardarropa, los diarios de aviso de la época comentaron así la noticia:
“A Diego Velázquez han hecho ayuda de Guardarropa de Su Majestad, que tira a querer ser un día Ayuda de Cámara y ponerse un hábito a ejemplo de Tiziano”.
El pintor Tiziano alcanzó el hábito durante el reinado de Felipe II.
Pero Velázquez se dio de bruces contra la oposición del Consejo de Órdenes para la obtención de la “merced de hábito”, y a pesar de ello Felipe IV se la concedió en 1658 cuando lo hizo su pintor de Cámara, incoándose poco después el expediente que tanto dio que hablar y cuyo objetivo era corroborar que el pintor reunía los requisitos exigidos por la Orden para su ingreso como caballero, que no eran otros que cristiandad, legitimidad, nobleza y limpieza de sangre de sus cuatro abuelos así como no haber ejercido ninguno de ellos los oficios tenidos por viles ya referidos..
Se trasladaron los informantes a Sevilla en busca de pruebas de distinción no encontrando más allá de una de nobleza para los hidalgos modestos que era conocida por el nombre de “la devolución de la blanca” y que tenía como base la existencia de un recargo en el precio de cada libra de carne comprada en la ciudad de dos maravedís, moneda esta que se conocía vulgarmente como “la blanca”, de ahí la expresión “estar sin blanca” que hoy conocemos. Los Hijosdalgo estaban exentos del pago de este tributo por lo que cada cierto tiempo se les devolvía “la blanca” adelantada. Esta devolución era indicio de cierta nobleza o hidalguía.
Con esta prueba, y la ayuda de los testimonios de pintores como Zurbarán, Alonso Cano o Murillo logra Velázquez tan ansiada merced que le abrirá las puertas a la obtención del hábito, pero ocho meses después el Consejo de Órdenes emite un dictamen en el que, aun aceptando la cristiandad y legitimidad del pintor, rechaza las pruebas de nobleza de su abuela paterna doña María Rodríguez, y las de sus abuelos maternos Juan Velázquez y Catalina de Zayas.
No hubo más remedio que buscar la ayuda Papal, de tal manera que Felipe IV solicitó a Alejandro VII su benevolencia y el 1 de octubre de 1659 su Santidad emitía un Breve que dispensaba a Velázquez de la necesidad de probar su cuestionada nobleza.
El 29 de noviembre Diego de Silva y Velázquez era armado caballero de Santiago en el convento de Corpus Christi de Madrid de manos de don Gaspar de Guzmán el Bueno, Conde de Niebla, siendo su padrino de ceremonia don Baltasar Barroso de Ribera, Marqués de Malpica.
Poco tiempo pudo disfrutar el pintor de su ansiado hábito porque nueve meses después de haberlo obtenido, concretamente el 6 de agosto de 1660, moriría en Madrid siendo enterrado en la parroquia de San Juan Bautista con el hábito y la insignia de la Orden.
Hagamos entonces la pregunta;
Si oficialmente “Las Meninas” fueron pintadas en 1656, ¿por qué se pinta Velázquez luciendo la cruz de la Orden de Santiago en su jubón en este cuadro, cuando no obtuvo el hábito de caballero y por tanto el derecho a exhibirla hasta 1659?
Hay quién dice que fue el propio Rey Felipe IV quién plasmó la venera en el pecho del pintor, una vez muerto este. Otros autores sin embargo sostienen que a pesar de que el tratadista Palomino afirma que el cuadro fue pintado en 1656, pudo haberse pintado con posterioridad, no olvidemos que la pintura no está firmada ni fechada. Poca consistencia tiene esta teoría teniendo en cuenta que nuestro pintor en este caso hubiera tenido sólo ocho meses para realizar su obra maestra, si hubiese querido ser riguroso y no haber reflejado la venera en su jubón sin haberla obtenido previamente.
Quizás haya una explicación más sencilla; pudo ser el propio Velázquez quién incorporara con posterioridad a la finalización de la obra, la cruz de Santiago a su jubón obtenido ya el privilegio; al fin y al cabo era lógico que lo hiciera vistas las dificultades que tuvo que sortear para obtenerlo.
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