martes, 4 de febrero de 2025

EL MANUSCRITO VOYNICH EL CÓDICE ESCRITO EN EL LENGUAJE DE DIOS


 ¿SERÁ EL XXI EL SIGLO EN EL QUE PODRÁ SER DECODIFICADO EL MANUSCRITO MÁS MISTERIOSO DEL MUNDO?





“Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre.
El fuego, la humedad, los bichos, el tiempo y su propio contenido.”


 Paul Valéry

 (Escritor, poeta, ensayista y filósofo francés)


Desde los inicios de la escritura, en el subconsciente del hombre ha prevalecido la idea de que entre las páginas de un libro han podido esconderse enigmas que permanecerán ocultos e inalterables salvo para aquellos que supieren descifrarlos.

Este quizás sea el caso de un manuscrito sin título que lleva el nombre de quién lo encontró en 1912 en el antiguo convento jesuita de Villa Mondragone en Frascatti (Italia), el librero británico Wilfrid Voynich.

Parece ser que el emperador Rodolfo II de Bohemia lo compró a principios del S. XVII por la desorbitada cifra de seiscientos ducados, unos sesenta mil euros actuales. Uno de los expertos de la corte y profesor de los hijos del emperador dijo a quien quiso escucharlo que el manuscrito era obra del inglés Roger Bacon, el celebérrimo teólogo, filósofo, fraile franciscano y científico del siglo XIII. Cabe plantearse hasta qué punto es esto cierto puesto que los códigos baconianos se conocen perfectamente, y todos ellos fueron fácilmente descifrados en el siglo XIX.

Lo cierto y verdad es que el códice pasó por varias manos hasta caer en las del jesuita Atanasio Kircher en 1666, que lo depositó en la biblioteca del convento.

Pero volviendo al librero Voynich, este tenía su tienda de libros en el número uno de Soho Square de Londres, y había alcanzado su fama por vender, en palabras de su biógrafo Prinke, “colecciones de libros extremadamente raros, incunables y ediciones desconocidas” que probablemente harían las delicias de cualquier bibliófilo, añado yo.

Todo un hallazgo este códice que actualmente se encuentra en la biblioteca Beinecke de Libros Raros de la Universidad de Yale. Se trata de un extraño manuscrito medieval del que nadie ha podido descifrar los extraños símbolos recogidos en ciento dieciséis páginas de pergamino de las que se perdieron catorce. Está escrito por ambas caras y numerado sólo por los anversos a pluma en nuestro sistema de numeración arábigo. Su escritura es elegante y fluida, probablemente perteneciente a un hombre elevado y culto experto en este sistema de escritura en el que prevalece la cursiva, y está profusamente iluminado con dibujos astrológicos y diagramas circulares. Aparecen también en él partes aisladas de plantas desconocidas junto a frascos de farmacéutico y figuras humanas, casi todas de mujeres desnudas, unidas por complejos entramados de lo que parece ser una alegoría del cuerpo humano.

La ficha bibliográfica de este volumen recogida en el registro bibliotecnológico de la biblioteca Beinecke lleva el número 2002046 y reza escuetamente:

TÍTULO: Manuscrito cifrado.

PUBLICADO O CREADO: Europa Central – Siglos XV a XVI.

DESCRIPCIÓN FÍSICA: 102 folios encuadernados, 23 x 16 cm.

NÚMERO DE CATÁLOGO: MS 408

NOTAS: Texto científico o mágico en un lenguaje no identificado, cifrado, basado aparentemente en caracteres romanos en minúsculas.

Y a continuación se exponen limitados datos sobre su autoría y las pretendidas soluciones al enigma, buscando con ello remitir al intrigado lector a varias de las obras que se han escrito sobre el manuscrito, especialmente en la década de 1970.

La doctora británica Sophie Edith Sherwood defiende que podría tratarse de una obra precoz de Leonardo Da Vinci, y abona su hipótesis utilizando como prueba uno de los diagramas astrológicos del manuscrito en el que se ve el símbolo del signo de Aries (el Carnero) rodeado de 15 mujeres desnudas porque bajo el dibujo del animal puede leerse “ob.....l”. Sherwood sostiene que colocándolo frente a un espejo puede leerse “Lionardo”, grafía que Leonardo utilizaba para su propio nombre.

Otro dato de interés no demasiado divulgado es el de que adherido al códice, en la cara interna de su tapa trasera, se encontró una carta escrita en latín y fechada en 1666, por medio de la cual el entonces rector de la Universidad de Praga rogaba al jesuita Kircher, muy famoso en aquellos tiempos, que estudiase el libro e intentara descifrarlo, deseo que al parecer no cumplió Esta misiva reconocía también su extraordinaria belleza y la dificultad de desentrañar su contenido.

No nos sorprende por esto que el librero Voynich dedicara el resto de su vida a intentar descifrar el código de este enigmático libro sin conseguirlo. A su muerte, en 1930, el manuscrito pasó a ser propiedad de su esposa Ethel Lillian Voynich quien, ajena a la controversia sobre su contenido, lo guardó en la caja fuerte de un banco hasta su muerte en 1960. Hay quien sostiene sin embargo, que siendo conocedora de lo valioso del ejemplar lo vendió al experto en libros antiguos H.P Kraus, de nacionalidad norteamericana, quien reconoció haber pagado por él la suma de veinticuatro mil quinientos dólares y que tenía la intención de revenderlo por una cantidad superior.

Con posterioridad este libro cayó en manos de Gabriel Landini y Rene Zandbergen quienes decidieron intentar traducirlo, y para ello crearon el Proyecto EVMT (European Voynich Manuscript Transcription) cuya misión ha sido transcribir a signos latinos el manuscrito, incorporándose posteriormente a este proyecto expertos del mundo entero que desarrollaron un grupo de signos a modo de código en un intento de transcribir su contenido a caracteres occidentales. Este código se conoce con el nombre de EVA (European Voynich Alphabet) y ha permitido elaborar un aparente traductor que intenta dar sentido, coherencia y contenido a un texto que parece un completo galimatías.

En 2009 investigadores de la Universidad de Arizona le hicieron la prueba del C-14 concluyendo con una probabilidad de más del 95% que fue escrito entre 1404 y 1438 y sin embargo, a pesar de los minuciosos estudios que sobre él se han realizado por ingenieros informáticos, criptoanalistas de reconocido prestigio y especialistas en jeroglíficos y miniados, no se ha llegado a nada concluyente que determine cuál podría ser el sentido de esa colección de prefijos, raíces y sufijos distribuidos aleatoriamente en sus páginas, en un aparente idioma irreconocible para los humanos.

Aun así, el físico Montemurro publicó en la revista Plos One un artículo en el que sostiene que el manuscrito oculta un verdadero mensaje. Cree el científico haber encontrado una estructura lingüística con profundas similitudes que le permite afirmar con rotundidad que “el problema está en que no sabemos los suficiente para poder interpretarlo porque está escrito en el lenguaje de la profecía”.

En cualquier caso queda demostrado que el manuscrito Voynich es un enigmático documento y todo aquel que lo contempla cae rendido ante la extraordinaria belleza de un códice que se ha convertido en la obsesión y el gran desafío de criptógrafos, botánicos, astrónomos, matemáticos y lingüistas.

No en vano Sir Walter Scott afirmó sobre él:

“En este terrible volumen yace el misterio de los misterios”

Pero cabe preguntarse, ¿qué contiene? ¿cuál es ese poderoso enigma que ni los ordenadores más avanzados ni la IA han conseguido descifrar? Porque lo cierto y verdad es que es el único manuscrito medieval-renacentista que queda sin descifrar y esto lo convierte en un objeto singular y único.

¿Podría ser cierto el rumor que sostienen algunos escépticos de que el códice no es más que una bella burla que un aventurero inglés llamado Edward Kelley habría pergeñado para defraudar al crédulo Rodolfo II?

¡Sería una pena ¡











Nota de la autora: Dejo para el lector inquieto un enlace que lo llevará a descubrir la fuente EVA hant 1, desencriptadora aparente del código del manuscrito Voynich.

sábado, 18 de enero de 2025

LA LEYENDA NEGRA DE CARLOS II

 

EL EXORCISMO DE UN REY “HECHIZADO”


Fue el 6 de noviembre de 1661 cuando nace este cuestionado monarca hijo de Felipe IV y Mariana de Austria, único hijo varón legítimo vivo de este y por tanto aspirante al trono español puesto que el príncipe Baltasar Carlos, nacido de su unión con Isabel de Borbón hija del Enrique IV de Francia conocida también como Isabel de Francia, había muerto en 1646.

Se convierte el joven Carlos en rey a la edad de cuatro años, tras la muerte de su padre, permaneciendo el trono español bajo la regencia de su madre hasta su mayoría de edad que se produjo en 1675.

Personaje de lamentable aspecto físico debido a sus crónicos problemas de salud ocasionados probablemente por la insistente y sucesiva consanguinidad de su familia, el rey Carlos presentaba ya desde recién nacido una evidente debilidad física y manifiestos síntomas de retraso que han hecho creer a muchos de sus historiadores que padecía el conocido como síndrome X frágil (SXF) o "síndrome de Escalante". Se trata de un trastorno hereditario, sólo superado por el de Down, que ocasiona discapacidad intelectual en diferentes grados debido a la mutación del cromosoma X.

Aun así, desde palacio se difundió la imagen de un bebé robusto y bien formado, imagen difícil de mantener cuando a los cuatro años ascendió al trono un enclenque y débil niñito de mejillas muy pálidas y boca permanentemente abierta, que parecía hacer tremendos esfuerzos por mantener la verticalidad de su maltrecho cuerpecito.

Lo cierto y verdad es que a pesar de que su infancia la pasó sobreponiéndose a la enfermedad y a las dificultades para hablar, comer y andar y que los doctores no le auguraban una larga vida, llegó a los catorce años, su mayoría de edad, decayendo con ello la regencia de su madre y pasando el trono español a sus manos a pesar de su evidente retraso intelectual, su poco interés por los asuntos de Estado y su clara predisposición hacia el ocio, la caza y el arte; por no decir que su deplorable aspecto le proporcionó el sobrenombre de “el Hechizado” llegando el nuncio papal a decir de él que:

“El rey es más bien bajo que alto, no mal formado, feo de rostro; tiene el cuello largo, la cara larga y como encorvada hacia arriba; el labio inferior típico de los Austria; ojos no muy grandes, de color azul turquesa y cutis fino y delicado. El cabello es rubio y largo, y lo lleva peinado para atrás, de modo que las orejas quedan al descubierto. No puede enderezar su cuerpo sino cuando camina, a menos de arrimarse a una pared, una mesa u otra cosa. Su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da señales de inteligencia, de memoria y de cierta vivacidad, pero no ahora; por lo común tiene un aspecto lento e indiferente, torpe e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede hacer con él lo que se desee, pues carece de voluntad propia.”

En este orden de cosas a nadie en palacio se le escapaba el paulatino deterior del monarca; todos en la Corte vaticinaron un futuro corto y negro para este rey víctima de la endogamia que mostraba claros síntomas de infertilidad. Fue por ello por lo que Luís XIV empezó a postularse como candidato a la Corona Española por haberse casado en 1660 con María Teresa, hija de Felipe IV y de su primera mujer Isabel de Borbón y por tanto hermanastra del actual monarca. Además, Carlos II se había casado en primeras nupcias con María Luisa de Orleans, sobrina del monarca francés, lo que venía a estrechar más los lazos entre las dos Casas Reales y colocaba a "el rey Sol" en posición de privilegio en sus aspiraciones al trono español. No dudó el soberano galo en pagar de su bolsillo a un nutrido núcleo de francófilos en la Corte Española a cuya cabeza se encontraba el embajador Harcourt, para “rebajar” el tono de los germanófilos simpatizantes de la Casa de Austria, cuyos lazos se vieron reforzados con el segundo matrimonio del rey Carlos con Mariana de Neoburgo tras la muerte de María Luisa de Orleans.

A pesar de poner todo el empeño y de que su familia tenía fama de fértil, Mariana de Neoburgo fue incapaz de concebir un hijo del rey, su autopsia reveló posteriormente que contaba con un solo testículo y estaba atrofiado, por lo que la sombra de la ausencia en la sucesión se hacía cada vez más alargada. El cardenal Portocarrero, arzobispo de Toledo, y el recientemente designado Inquisidor General Juan Tomás de Rocaberti, convencieron al soberano de que se sometiera a un exorcismo que sería administrado por su confesor fray Froilán Díaz y que podría, con un poco de suerte, revertir su infertilidad.

Peregrina era la idea, pero el desesperado monarca la aceptó claramente influenciado por su taimada madre y el valido de esta, el jesuita Nithard, que movía los hilos en la sombra amparando la tesis de que la enfermedad del soberano no era tanto del cuerpo, puesto que no había un mal biológico evidente ya que no padecía de impotencia, como del alma y que podría haber caído bajo los efectos de la brujería.

Sabía el confesor Froilán de un afamado exorcista asturiano, el fraile Antonio Álvarez Argüelles, que tenía trato con una monja al parecer endemoniada de Cangas de Onís, y nadie mejor que el propio demonio para confirmar por boca de su discípula que efectivamente el rey había sido embrujado mediante un “bebedizo ponzoñoso” compuesto por:

“Sesos para anularle la voluntad, intestinos para arruinarle la salud y riñones para esquilmarle la virilidad”

Parece ser, manifestó el maligno, que lo había ingerido a la edad de catorce años disuelto en chocolate, concretamente el 3 de abril de 1675, y que desde entonces operaba a sus anchas en su organismo, especialmente durante las lunas nuevas. Pocos sabían que la reina madre había preparado un brebaje parecido con el que había acabado con la vida de Juan José de Austria, hermano bastardo de Carlos II y gran adversario de la regente.

El primer ministro Fernando de Valenzuela también participó en la trama haciendo de correo entre el confesor y Lucifer que hablaba por boca de la monja satanizada, dando instrucciones para deshacer el sortilegio del soberano, y que aprovechaba para poner en el punto de mira a algunos cortesanos con nombre y apellidos, acusándolos de participar en el maleficio. Demostró Lucifer además una manifiesta hostilidad por la figura de la reina madre, Mariana de Austria, a la que acusó de encargarle al primer ministro Valenzuela administrar al monarca el chocolate envenenado.

Las “entrevistas satánicas” se acabaron de sopetón cuando el Inquisidor General vio que el asunto se le estaba yendo de las manos ante la locuacidad acusatoria del demonio, por lo que los rumores del embrujo no resuelto del rey crecieron a pesar de que parecía que su maltrecha salud mejoraba, “por dormir con una bolsa llena de cáscaras de huevos, uñas y otros restos orgánicos susceptibles de ser utilizados en artes oscuras” dijo él.

La situación en la Corte se estaba volviendo insostenible por lo que la reina Mariana se vio obligada a mover ficha ante tanta difamación diabólica y mando arrestar al Inquisidor General y al confesor real, nombrando nuevo inquisidor a su fiel aliado, el obispo de Segovia Baltasar de Mendoza, quedando así descabezado el escabroso asunto del exorcismo del rey; aunque no con ello evitó los insistentes rumores que sobrevivieron al reinado del rey “hechizado” y que eclipsaron el resto de su figura y de su gobierno.

Parece ser que las dolencias y discapacidades del rey a menudo fueron exageradas maliciosamente e instrumentalizadas por una malintencionada camarilla de cortesanos que veían cómo se consolidaba la infertilidad del soberano y pretendían situarse estratégicamente declarándose unos francófilos y otros germanófilos, pero todos con una intención clara de sacar el mayor provecho a la debilidad de un inseguro y atormentado soberano.

No parece justo que treinta años de reinado queden enturbiados por el mito de un hechizo y no se pongan en valor las reformas económicas, institucionales y demográficas que en él se produjeron y que serían determinantes para el siglo posterior.

Historiadores modernos como Luís Ribot han querido revisar la figura de este rey tan maltratado por la Historia, haciendo valer una biografía política de envergadura en la que el exorcismo fue una cuestión menor probablemente agitada por intereses políticos ante la ausencia de sucesión.

Murió el último rey de los Habsburgo españoles el 1 de noviembre de 1700 a los treinta y ocho años, aunque aparentaba mayor edad, tras una dolorosa agonía. Su necropsia, que más pareciera un parte de guerra, narraba que:

“El corazón es muy pequeño, como un grano de pimienta, los pulmones están corroídos y los intestinos putrefactos y gangrenosos; presenta tres grandes cálculos en el riñón y cuenta únicamente con un testículo negro como el carbón. Su cerebro está lleno de agua”

Su decisión más importante como rey la tomó al final de sus días, demostrando con ella velar por los intereses de la Corona Española a pesar de haber sido acusado de lo contrario: legó en su testamento la corona a su sobrino-nietastro Felipe V, duque de Anjou, hijo de “El Delfín de Francia” y María Cristina de Baviera y nieto de Luís XIV y María Teresa, su hermanastra, y por ello biznieto de Felipe IV y de su primera esposa la reina Isabel de Francia, elevando con ello al trono español al primer rey de la Casa de Borbón.

Se dice que en el momento de la muerte de “el último de los Austrias menores” se vio en Madrid como se alineaba el planeta Venus con el sol, lo cual se consideró un milagro.