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lunes, 1 de agosto de 2022

EL ORIGEN DE LA INVESTIDURA DE ARMAS; LA EXPRESIÓN "ARMAR CABALLERO"​


El caballero (eques) hasta el S. XI era considerado un mero soldado a caballo, fue a finales de este siglo cuando esta figura empezó a considerarse “honorable”, lo demuestra el hecho de que el que no era noble podía llegar a serlo a través de este estatus. Se trataba de una nueva forma de nobleza.

La investidura de armas se materializaba en un acto de entrega de estas al caballero que tenía su precedente en la imposición del “Cíngulo” (cinturón) militar de los Romanos y la entrega solemne de la espada de los Germanos, tal y como nos indica el profesor Alvarado en su libro “La Ceremonia de armar Caballero y otros estudios.”

También las Partidas de Alfonso X recogen bastantes usos y costumbres de Europa en lo concerniente a la investidura de armas.

Así, en la 2ª Partida en su Ley Primera del Título XXI, se recoge el origen etimológico del concepto “Caballería”, cuyo tenor literal es:

“Caballería fue llamada antiguamente a la compañía de los nobles hombres que fueron puestos para defender las tierras; y por eso le pusieron nombre en latín militia, que quiere tanto decir como compañías de hombres duros y fuertes escogidos para sufrir males, trabajando y penando en pro de todos comunalmente. Y por ello hubo este nombre de cuento de mil, pues antiguamente de mil hombres escogían uno para hacerle caballero, más en España llaman caballería no por razón de que andan cabalgando en caballos, más porque bien así como los que andan a caballo más honradamente que en otra bestia, otrosí los que son escogidos caballeros son más honrados que todos los otros defensores.”

En la Ley Segunda de este mismo Título, se recoge la necesidad de que el Caballero proceda de noble linaje:

“Y por esto sobre todas las otras cosas miraron que fuesen hombres de buen linaje, porque guárdense de hacer cosa por la que pudiesen caer en vergüenza, y porque estos fueron escogidos de buenos lugares y algo por eso los llamaron hijosdalgo, que muestra tanto como hijos de bien. Y en algunos otros lugares los llamaron gentiles, y tomaron este nombre de gentileza, que muestra tanto como nobleza de bondad, porque los gentiles fueron hombres nobles y buenos, y vivieron más ordenadamente que otra gente. Y por eso los hijosdalgo deben ser escogidos, que vengan de derecho linaje de padre y de abuelo hasta en el cuarto grado, a los que llaman bisabuelos. Y esto tuvieron por bien los antiguos, porque de aquel tiempo en adelante no se pueden acordar los hombres, pero cuanto de allí en adelante más de lejos vienen de buen linaje, tanto más de lejos vienen de buen linaje, tanto más crecen en su honra y en su hidalguía.”

En la Ley Tercera también del Título XXI queda recogido el concepto de “Hijodalgo”:

“Hidalguía, según dijimos en la ley antes de esta, es nobleza que viene a los hombres por linaje, y por ello deben mucho guardar los que tienen derecho en ella, que no la dañen ni la mengüen, y pues que el linaje hace que la tengan los hombres así como herencia, no debe querer el hidalgo que él haya de ser de tan mala ventura que lo que en los otros se comenzó y heredaron , mengüe o se acabe en él, y esto sería cuando él menguase en lo que los otros acrecentaron, casando con villana o el villano con hijodalgo. Pero la mayor parte de la hidalguía ganan los hombres por la honra de los padres, pues cuando la madre sea villana y el padre hijodalgo, hijodalgo es el hijo que de ellos naciere, y por hidalgo se puede contar, más no por noble, más si naciere de hijadalgo y de villano, no tuvieran por derecho que fuese contado por hijodalgo.”

Y en la Ley Cuarta, queda recogida la necesidad del caballero de portar armadura y armas para mostrar fortaleza haciendo referencia expresa a la espada:

“Y otrosí como en las armas que el defensor sitúa ante sí para defenderse muestran fortaleza, que es virtud que hace al hombre estar firme a los peligros que le vienen, así en la manzana es toda la fortaleza de la espada, pues en ella se sufre el mango, y el arriaz y el hierro, pues bien, así como las armaduras que viste y las armas con que hiere, y son así como la virtud de la mesura entre las cosas que se hacen de más o de menos de lo que deben, bien a esa semejanza es puesto el arriaz entre el mango y el hierro de ella; y bien otrosí como las armas que el hombre tiene en las manos enderezadas para herir con ellas allí donde conviene, muestran justicia que tiene en sí derecho e igualdad, otrosí lo muestra el hierro de la espada, que es derecho y agudo y taja igualmente de ambas partes.”

De todo lo anteriormente expuesto nace la expresión “armar Caballero” que conlleva la entrega de armas en un ceremonial cuyo acto más significativo será el de ceñir la espada en el “cíngulum militae”, tal era así, que si el caballero era desposeído del honor de serlo, se materializaba el hecho en el acto de cortar dicho cinturón con la consiguiente caída aparatosa de la espada.

Con el tiempo este ceremonial se irá volviendo más complejo y la iglesia tendrá un papel relevante, así el ritual más completo de investidura de armas oficiado por un sacerdote, fue redactado en 1285 por Guillermo de Durand, obispo de Mende, con el título de “benectione novi militis” que tuvo gran aceptación en Europa y fijó el ceremonial de investidura de armas. La intervención de los obispos en la ceremonia de entrega de la espada sirvió para reforzar el estatus de caballero lo que contribuyó a su generalización entre la nobleza.

Nos indica también Alvarado que este fue la fuente principal para la redacción del posterior pontifical romano, efectuado en 1485 por Johannes Burcardus y Augusto Patrizi Piccolomini por orden del Papa Inocencio VIII, que luego Clemente VIII promulgaría como único texto litúrgico válido y obligatorio mediante la Bula “Ex quo in Ecclesia Dei”.

A finales del S. XIII, Alfonso XI de Castilla intentó delimitar la intervención de la iglesia en el ceremonial de investidura del caballero para evitar que esto diera lugar a una dependencia señorial de esta institución.

lunes, 9 de mayo de 2022

LA CONCESIÓN DEL HÁBITO AL PRETENDIENTE A CABALLERO EN LA ORDEN MILITAR DE ALCÁNTARA

Es difícil reflejar el número de personas que solicitaron la concesión del hábito de Caballero en esta Orden Militar castellana, y cuántas realmente llegaron a obtenerlo debido a la dificultad para localizar la documentación que acreditaba el procedimiento de solicitud de "merced de hábito", o los memoriales elevados al Rey por los particulares.

También contribuyó poderosamente a esto, la desaparición de los archivos de la Orden custodiados en su sede central sita en el Conventual de San Benito en la villa de Alcántara (Cáceres) durante la Guerra de la Independencia.

El proceso para la toma de hábito de caballero   se iniciaba cuando el Rey, una vez recibida la información sobre la veracidad del memorial del solicitante, decidía si este era merecedor de dicha "merced de hábito". Aceptada la solicitud, se enviaba al Consejo de la Orden un Real Decreto que pondría en marcha el procedimiento administrativo para la obtención del mismo.

Este procedimiento  se dividía en dos fases: 

La primera que se iniciaba con la apertura de tres expedientes a nombre del pretendiente; el del Secretario, el del Escribano de Cámara  y el de Pruebas.

La segunda que abarcaba desde la finalización del expediente de Pruebas hasta que se producía la profesión del caballero, después de un año como caballero novicio.

Además de todo lo dicho, el aspirante al hábito tendría la obligación de asumir unos deberes espirituales y temporales.

Según nos indica el autor A. Álvarez de Araujo y Cuellar en su libro Ceremonial de las Órdenes Militares de Calatrava, Alcántara y Montesa” (Madrid 1893) para tomar el hábito de la Orden militar de Alcántara, el pretendiente deberá tener al menos diez años de edad, no en todas las órdenes militares esta edad será la misma,  y haber superado las pruebas de legitimidad, limpieza y nobleza de sangre, según Bula del Papa Gregorio XV..

El hábito deberá recibirse en el Conventual de San Benito, sin embargo  esto podrá producirse en otro sitio a elección del pretendiente si se cuenta para ello con licencia del Rey.

Antes de recibirlo el aspirante ha de confesar con un sacerdote, preferentemente de la Orden, y comulgar después de haberlo recibido.

En cualquier caso, si  se recibiere este con protestación, cuestionamiento del derecho a recibir el hábito de Caballero por falta de cualidades o los requisitos necesarios para ello, y en algún momento quedare probado que el receptor no goza de las cualidades de nobleza y limpieza de sangre que alega,  podrá verse despojado de él y expulsado de la Orden.

Recibido el hábito, y dentro del año de su aprobación, deberá permanecer el caballero novicio un mes en el convento para aprender y practicar  la Regla de San Benito, Regla Benedictina que Benito de Nursia elaboró a principios del S. VI, destinada a los monjes cuyo principal mandato era “ora el labora. De igual manera deberá aprender y celebrar las ceremonias de la Orden. 

Todos los miembros de la Orden de Alcántara, monjes y caballeros,  quedarán obligados a vivir con arreglo a dicha Regla manteniendo los votos contraídos, observando los ayunos y silencios y rezando "las Horas" reunidos en el Coro.

Deberán asistir también  los caballeros novicio a  los Oficios Divinos y no podrán poseer cabalgadura, ni perros, ni aves, tampoco más de un criado.

La profesión, o confirmación del hábito, no podrá hacerse ante de los diez y siete años de acuerdo con el Concilio de Trento,  Concilio ecuménico de la Iglesia católica desarrollado en periodos discontinuos durante veinticinco sesiones entre los años 1545 y 1563y por supuesto ha de haberse cumplido el año de aprobación o noviciado  previamente.

El que no profesare después de ese año tendrá una pena de cien ducados y otros cien por cada año que pasare sin profesar. 

viernes, 6 de mayo de 2022

“LA PRAGMÁTICA DE LOS ACTOS POSITIVOS” PARA LA OBTENCIÓN DEL HÁBITO DE CABALLERO EN LAS ÓRDENES MILITARES CASTELLANAS. “LINAJUDOS” Y “AGENCIAS DE MEDIACIÓN”

Los “controles de calidad” establecidos por el Consejo de las Órdenes militares castellanas para la concesión de la “merced de hábito” al pretendiente a caballero, entraban en confrontación con la “política clientelar” del monarca, por lo que se le solicitó a este, por parte de la corona, que actuara con tolerancia en las “exigencias de idoneidad” para ingresar en las Órdenes, tanto para aspirantes que servían y apoyaban a la monarquía, como para aquellos  que pudieren ser de utilidad en empresas futuras.

Por esta razón se puso a disposición de este tipo de aspirantes una serie de vías alternativas para que, aún no reuniendo las condiciones exigidas por el Consejo, pudieran llegar a alcanzar el ansiado hábito. Este tipo de pretendiente no era poseedor de un rancio linaje y sin embargo había conseguido un rápido ascenso social a través de cargos ocupados en la administración, el gobierno, el ejército o el comercio y ambicionaba ocupar posiciones de nobleza.

El 19 de febrero de 1623 se produjo un importante hecho; Felipe IV decretó la “pragmática de actos positivos”, que fue confirmada por el Papa Urbano VIII en 1624, lo que supuso la apertura de la puerta de las Órdenes Militares castellanas a los comerciantes. Esta pragmática permitía lograr a un linaje una sentencia en firme que acreditara la nobleza de sus descendientes si éste la demostraba en tres generaciones, o lo que es lo mismo, si obtenía tres actos positivos  y de los tres  que era necesario acreditar, al menos uno debía emanar del Consejo de Órdenes. Como era de esperar esta institución se opuso a tal resolución alegando  que la única manera de certificar la idoneidad para ostentar el hábito era a través de las comprobaciones establecidas, es decir, enviando informantes a los lugares de origen del pretendiente para la obtención de pruebas y testimonios que acreditasen la nobleza e hidalguía del pretendiente y sus ascendientes. No es difícil determinar que esto creó un gran malestar entre los miembros del Consejo que vieron mermadas sus atribuciones.

Los expedientes de pruebas por actos positivos fueron menos voluminosos que los formales, aún así se nombraban informantes quienes recibían los testimonios de estos actos para su comprobación, y realizaban unas breves averiguaciones sobre el pretendiente.

En vano intentó el Consejo que se practicaran las pruebas de los aspirantes con rigor y limpieza. Se produjo un aumento de malas prácticas para la obtención del codiciado hábito y la  proliferación de solicitudes de merced lo que ocasionó el surgimiento de una serie de “personajes” que participaban de manera fraudulenta en las pruebas de honor, tales como falsos testigos, escribanos, archiveros o deshonestos genealogistas creadores de ficticios linajes y falsos blasones .

Se dieron también numerosos casos de archiveros y escribanos que facilitaron información confidencial o la suplantaron o eliminaron. Por todo ello el Consejo de Órdenes determinó que la documentación original debía inspeccionarse en Madrid por sus ministros para comprobar su autenticidad.

Surge en estos inciertos momentos la figura del “linajudo”, profesional con un vasto conocimiento de linajes, que aparece en el momento de la práctica de las pruebas y que en algunos casos se hace acompañar de un falsificador documental. Este individuo aprovecha estos conocimientos para sobornar y extorsionar al pretendiente con la amenaza de aportar pruebas falsas o acusaciones a su expediente de pruebas  en el que participa como profesional.

En principio los “linajudos” eran archiveros con acceso a información comprometida o escribanos con afición genealógica. Con el tiempo se sofisticaron llegando en algunos casos a beneficiarse de un valioso legado que fue pasando de padres a hijos, en un negocio que dejó sustanciosos beneficios.

Fue por esto por lo que Felipe IV prohibió que se acumulara información de linajes, libros, catálogos o registros con penas de quinientos ducados y dos años de destierro. A pesar del decreto emitido, se mantuvieron estas prácticas. Fueron tan conocidas en la sociedad castellana, que algunos pretendientes al hábito llegaron a contactar con estos “linajudos” en busca de acuerdos antes de entregar las genealogías al Consejo, otros por el contrario optaron por no iniciar la tramitación del hábito ante el miedo de caer en manos de alguno  que acabase con su honra o su hacienda, o ambas,  de no ceder al chantaje.

Pero también existieron, tal y como señala Giménez Carrillo, “agencias intermediarias” en la tramitación del hábito sitas en la Corte. Algunos pretendientes acudieron a ellas al tener serías dificultades para lograr la aprobación del Consejo de Órdenes. A tal efecto contaban con una serie de estrategias e instrumentos para lograr que un aspirante pudiera lucir el hábito a pesar de no cumplir con las exigencias de idoneidad o tener alguna mácula en la genealogía. Estas agencias ejercían presión para que fuesen nombrados determinados informantes en los procesos de pruebas o planificaban las testificales que debían evitarse en estos procesos, por no decir que tenían contacto con archiveros y religiosos que permitían acceder a la documentación confidencial que supuestamente custodiaban. En definitiva, el concurso de estas “agencias intermediarias” garantizaba la obtención del hábito al pretendiente.

Estas prácticas tan poco honestas motivaron que el Consejo de Órdenes endureciera fuertemente los requisitos y probanzas para la obtención del hábito. Así en los inicios del siglo XVII, el Consejo se estableció como el principal tribunal ante el que probar la nobleza. Ni siquiera haber sido examinado por la Inquisición suponía garantía de pureza y a pesar de el uso de “atajos” “trucos” o “trampas” para la obtención del hábito de caballero, el expediente de pruebas constituyó un certificado fehaciente y veraz acreditativo de limpieza de sangre  y nobleza de linaje a la hora de obtener el tan preciado hábito de caballero de una Orden militar castellana.  


miércoles, 30 de marzo de 2022

ANÁLISIS HERÁLDICO DE LAS ARMAS DEL BRIGADIER Y CABALLERO DE ALCÁNTARA , D. JUAN DE AMARILLA Y PRECIADO



Antes de empezar el análisis será necesario hacer una apreciación importante para su comprensión. La forma de describir un escudo heráldico se hace desde la perspectiva del que lo empuña no de la del que lo observa, de tal manera que los cuarteles sufrirán en su descripción heráldica un efecto “espejo” es decir, el cuartel siniestro superior para el observador será el diestro superior para el descriptor y el diestro superior para el observador será el siniestro superior para el descriptor. Hagamos, por tanto, el ejercicio de colocarnos detrás del escudo como si lo empuñásemos, y podremos entender la visualización de los cuarteles desde el punto de vista heráldico con facilidad.

Así:

Para el descriptor heráldico:


Dicho esto, pasemos a analizar el escudo de armas cuartelado en cruz del Brigadier. Observamos que en el cuartel diestro superior perteneciente al apellido AMARILLA y en el diestro inferior perteneciente al apellido HUERTOS, aparecen figuras de arquitectura heráldica, concretamente castillos. Para que esta figuras puedan recibir el nombre de “castillo” deben tener dos o tres torres, como es el caso, será más alta la de en medio que se denomina torre del homenaje y las dos que la flanquean serán gemelas.

El castillo representa en heráldica a la fortaleza, grandeza o elevación y denota el asilo y la salvaguardia no sólo de su dueño, también de sus amigos y vecinos que se retirarán a ellos para evitar la persecución de los enemigos.

Si el castillo es de oro las puertas y ventanas han de pintarse en gules, si lo fuere de plata, como es el caso, en sable y si el castillo es de color las puertas y ventanas han de ser en metal.

En el cuartel diestro superior que representa a el apellido AMARILLA, el castillo es de plata mazonado de sable, y en el diestro inferior, que representa a el apellido HUERTOS, también lo es y en ambos casos los castillos van donjonados de tres torres como signo de constancia y magnanimidad del hombre que ofrece su cuerpo y su vida en defensa del Rey y de la Patria.

Se puede observar en los dos cuarteles diestros que los castillos están coronados por una estrella sobre la torre del centro. En ambos casos es de ocho puntas dato que curiosamente no queda reflejado en la diligencia de armas del aspirante a Caballero de la Orden militar de Alcántara, expediente 113 moderno.

García Carraffa indica en su obra "Enciclopedia heráldica y genealógica hispanoamericana", concretamente en la página 91, que:

“las estrellas por regla general constarán  de cinco rayos pero también pueden ser de seis u ocho en cuyo caso será necesario especificar su número al blasonarlas.” 
Indica también este autor que la figura natural de la estrella es la imagen de la grandeza y la verdad y simboliza la prudencia.

Según Riquer es considerada el complemento equilibrado entre el mundo sensible y el insensible, siendo característica de la heráldica catalana. Ha de apoyarse necesariamente sobre uno solo de estos rayos, es lo que Garma y Durán denomina "posición inestable".

En el cuartel diestro superior perteneciente al apellido AMARILLA además del castillo donjonado por tres torres aparece un San Juan con un cordero a los pies, se trata de San Juan Bautista puesto que San Juan Evangelista se representa con un Águila. En heráldica se blasona como “Agnus Dei” que significa Cordero de Dios y simboliza el sacrificio por el pecado de los hombres. Curiosamente, y de acuerdo con el estudio de la heráldica gentilicia española realizado por Luis Valero de Bernabé, AMARILLA es el único apellido extremeño en el que aparece una figura humana referente a un santo.

El "Agnus Dei" o Cordero Pascual símbolo de Jesús, el Buen Pastor, en heráldica suele representarse bajo la forma de un cordero de plata, con la pata delantera algo levantada y sosteniendo un estandarte de azur. Queda descrito en la diligencia de armas de Juan de Amarilla literalmente de la siguiente manera:

"Cuartel en campo de gules y un castillo de plata mazonado de sable donjonado de tres torres, y el todo almenado de lo mismo y sobre la del centro que es mayor una estrella de plata. Al lado un San Juan al natural  con el faldete de pieles y sostenido de la diestra de una de las torres, coronado de una diadema rayonada de oro con un cordero a los pies de plata y una bandera de azur con lema “Ecce Agnus Dei” surmontada  el acta de una cruz de oro y el todo sobre una terraza de sinople sombreada de sable y es el mismo que usan y han usado siempre la familia de AMARILLA.” 

En el cuartel siniestro superior en el que se representan las armas del apellido PRECIADO se observan tres flores de lis dos en jefe y una en punta siguiendo la cuarta ley heráldica recogida en la enciclopedia de García Carraffa, ya citada, en su página 218 cuyo enunciado expone:

Las figuras cuyo número es impar y que no son piezas honorables se deben poner en el sentido de estas y en el de los puntos del escudo, ejemplo tres rosas, tres tornillos o tres flores de lis que se pondrán dos en jefe y uno en punta.”

La descripción heráldica exacta de este apellido recogida en la obra “Nobiliario de Extremadura” de A. Barredo de Valenzuela y A. Alonso es:

“En sable, una mano de plata, empuñando una estaca de color natural acompañada de tres flores de lis de plata, dos en jefe y en faja y una en punta.”
La figura de la mano de plata empuñando un arma sustituye la representación de la figura humana y sirve para representar al combatiente. Según Garma y Durán es símbolo de fortaleza y generosidad como parte del cuerpo humano con la que se realizan los mayores esfuerzos.

La descripción heráldica de este cuartel en la diligencia de armas es la siguiente:

"Trae de sinople en un solo cuartel una mano de carnación en el centro armada de una cuchilla o alfanje de plata levantada de la punta, con tres flores de lis de lo mismo las dos en el cantón diestro y siniestro del jefe y la tercera en la punta.” …

El cuartel diestro inferior perteneciente a las armas del apellido HUERTOS queda descrito en la diligencia de armas a este tenor:

"Cuartel que trae de sinople un castillo de plata, mazonado de sable donjonado de tres torres el todo del mismo y sobre la del centro una estrella de plata, acostado de un león, al parecer de oro, lampasado y armado de lo mismo y sostenido el todo de una terraza moviente de plata sombreada de azur correspondiente al apellido HUERTOS.”

Destacar en esta descripción la figura del león acostado porque es raro encontrarlo acompañando a una figura honorable como un castillo, adoptando un papel secundario. 

Antes de continuar con el análisis del último cuartel, reseñar que de acuerdo con los apellidos del los padres del Brigadier, Francisco Antonio de Amarilla y Huertos y Ana Joaquina Preciado Figueroa, este debería contener las armas del apellido FIGUEROA y sin embargo recoge las de su abuela materna María Ruiz-Plano. Esto puede deberse a que hasta la promulgación de la primera Ley del Registro Civil de 1870, no existía orden de prelación en los apellidos españoles y tampoco era obligatorio adoptar los de ambos progenitores, pudiendo ser alguno de ellos el de los abuelos paternos o maternos, como es el caso.

Pasamos ya a analizar el cuartel diestro inferior de este escudo de armas que representa a el apellido PLANO o RUIZ-PLANO descrito en el “Nobiliario de Extremadura” como:

“ En gules, una terraza de sinople,  con varios árboles y un león de oro superados de cuatro palos recortados del mismo metal.” 

La figura de la tabla o palo recortado cuyo extremo no llega al borde del cuartel también denominado bastón generalmente se representa en agrupaciones de cuatro, debajo de estos un león rampante figura heráldica que el Marqués de Avilés considera "símbolo de la soberanía, la autoridad, la magnanimidad y la vigilancia denotando al caballero clemente que perdona a los que  le humillan y destruye a los que se le resisten."

Queda descrito este cuartel en la diligencia de armas así:

“Trae de gules un león de oro lampasado y armado de lo mismo, sobre una terraza moviente de sinople y palado de cuatro palos de oro. Sobre el jefe los dos menores y los del centro mayores, y son propios del apellido PLANO."

El término "lampasado" indica que el león está representado con la lengua fuera de la boca y con distinto esmalte que el resto del cuerpo. Obsérvese que en este cuartel, a diferencia del diestro inferior del apellido HUERTOS, el león ocupa el centro y cubre con su forma la mayor parte del campo según el principio de amplitud, aunque sin llegar nunca a tocar los bordes ni aproximarse a ellos.

Se dibuja de un solo esmalte, aunque coloreando con otro diferente su lengua. La utilización del león como figura heráldica representa la idea de nobleza y dominio que está relacionada con este animal. Según Pastoreau más del 15 por ciento de los escudos medievales llevan un león conviertiéndose en el símbolo de poder emanado de sus propios actos de los príncipes y caballeros.

 



martes, 8 de marzo de 2022

UN BRIGADIER CARLISTA LLAMADO JUAN DE AMARILLA


Personaje histórico de interés es Juan Diego de Amarilla y Preciado, militar y hombre importante al servicio directo del Infante Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, durante la Primera Guerra Carlista.Nacido el 27 de Diciembre de 1786 en una casa solariega de la calle Patas De Alburquerque (Badajoz), en el seno de una familia bien posicionada económica y socialmente, fue hijo legítimo de D. Francisco Rodríguez de Amarilla y de Dña. Joaquina Preciado y Figueroa.

El 1 de Febrero de 1809, contando con 22 años, ingresa como cadete en el Regimiento de Caballería de Lusitania y en 1815, a la edad de 29 años, es nombrado Capitán de Dragones de ese mismo Regimiento por su valiente participación en la Batalla de la Albucia de Vesaltas.

El 24 de Junio de 1821, siendo ya Coronel Graduado de Caballería y Gobernador del Fuerte de San Cristóbal de la plaza de Badajoz, contrae matrimonio con Dña. Juana de Sande y Figueroa en la iglesia parroquial de Santa María de Almocóvar en la Villa cacereña de Alcántara. De este matrimonio nacerán tres hijos: José, Miguel y Fernando.

El 8 de Diciembre de 1823, finalizado ya el trienio liberal, fue nombrado Gobernador Político y Militar de la plaza de Alcántara. En su discurso de toma de posesión queda reflejada su adhesión a Fernando VII, lo que dará sus frutos y el 12 de Septiembre de 1826, después de serle practicadas las pruebas de nobleza y limpieza de sangre exigidas para serlo (expediente 113 moderno), presta juramento estatutario y es armado Caballero de la Orden Militar de Alcántara en el Convento de San Benito, sede de dicha Orden, sito en esta Villa cacereña, que desde entonces pasará a ser la suya adoptiva, concediéndole poco después Fernando VII la Administración y Encomienda de Ceclavín y el Gobierno Militar y Político, con todos sus fueros y prerrogativas, de Valencia de Alcántara por algo más de seis años.

Cuando se suscita el pleito dinástico, ostentando todavía el cargo de Gobernador, no duda en situarse al lado de Carlos María Isidro y en 1833 hace de enlace con los Carlistas que se establecen en Portugal tras la llegada del Infante al país vecino, por lo que es apartado de dicha plaza y marcha a ponerse al servicio del Infante.
Fue muy bien recibido por este que lo nombra Brigadier del Arma de Caballería el 23 de Abril de 1837 en el Palacio de Estella, pero con antigüedad del 15 de Octubre de 1833, llegando a desempeñar en calidad de interino, el cargo de Secretario del Ministerio de Guerra dentro del pseudo Estado que los Carlistas crearon en este país.

Embarca el Brigadier en Junio de 1834 a Inglaterra junto a la Familia Real a bordo del navío "Donegal" acompañado por otros dos paisanos ilustres, el Marqués de Ovando y el camarista Guillén y Godínez. No tardará Amarilla en volver a España para ponerse al servicio del Infante estando muy cerca de la Corte Carlista, motivo por el que este lo nombra miembro de la Casa Real Carlista en calidad de Aposentador Real.

Su actuación bajo la bandera del aspirante al trono español fue brillante obteniendo por méritos de campaña varias condecoraciones de las que otorgaba su Rey.

Fueron de gran relevancia los oficios que intercambió con el que consideraba su Rey, entre ellos la exposición que le elevó el 27 de Enero de 1838 cuya finalidad era que este enviara a los extremeños que se encontraban luchando en el Ejército Real Carlista del Norte a su tierra natal como refuerzo, aunque esta petición no llegó a prosperar.

No fueron pocos los sacrificios que por esta bandera hubo de realizar el Brigadier, hasta el punto de malograr su fortuna llegando algunos de sus bienes a ser secuestrados y vendidos en subasta pública, tal es el caso de la Encomienda que poseía en Valdealcalde sita en el término municipal de Alcántara, lo que motivó que posteriormente sus tres hijos tuvieran que incoar expediente de pobreza para poder sostener un pleito que surtiría sus frutos, logrando estos rehacer en parte su maltrecha herencia.

Vencido el ejército Carlista prefirió exiliarse en Francia a someterse, falleciendo en Peigneux (Dozdoque) el 5 de Marzo de 1849 a la edad de 63 años con el grado de General de Brigada tal y como documenta su partida de defunción.

Árbol genealógico:

https://www.familysearch.org/tree/pedigree/portrait/GCW5-4TC